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domingo, 28 de abril de 2013

"EL DÍA DE..." por Salvador Moret


Hoy, día de san Jorge, es también día del libro. Y dentro de una semana será el día de la madre, y…
Parece que los 365 días del año ya no son suficientes para acomodar a tantas exaltaciones a celebrar.
Las librerías, al contrario del resto del año, se han visto hoy abarrotadas de muchos lectores que afanados buscaban el libro con el que dar una alegría a algún allegado, y la publicidad ya nos está bombardeando – motivo para que no tengamos disculpa de no recordarlo – con el regalo que le haría tanta alegría a madre.
Triste que tenga que ser el comercio con eso del “Día de…”, quien nos recuerde que es instructivo leer y, el otro aspecto sumamente elemental, como es el cariño y respeto a las madres.
No sea cafre y se le ocurra pensar en este instante que mejor eso que nada, porque todavía sería peor que recordárnoslo el comercio.
Y lamentable también que esos buenos deseos e intenciones se limiten a un día en el año, mientras el resto de los días lo tengamos olvidado, o casi.
Eso del “Día de…” se puso de moda en algún momento determinado y, seguramente por algún motivo justificado y reconocido, pero esa idea que al principio pudo ser original y hasta bienvenida, pronto se convirtió en popular. Y como suele suceder cuando la originalidad es escasa, las copias se multiplicaron, desvirtuando con ello la idea original que, al crecer sin orden ni concierto, no tardó en ser mal usada, para acabar siendo manoseada.
Es probable que tengan razón los que dicen que todo este tinglado es fruto de la manipulación que ejerce el gran capital en la sociedad, pero eso aumentaría la sensación que se tiene de la idiotez de la gente.
En cualquier caso, es deplorable ver hoy a todos los pánfilos, como guiados por una fuerza superior, correr hacia la librería y, a codazos y empujándose, cuando no con malos modales, adueñarse del libro de moda, ese que en los corrillos, uno no puede decir que todavía no lo tiene en casa. Lo hubiera podido comprar el día anterior, o la semana pasada. Y también lo podría comprar unos días más tarde.
Pero, no. Hoy es el día del libro y hay que celebrarlo comprando un libro. Tal vez no para leerlo, ni regalarlo, sino para colocarlo en la repisa donde los colecciona.
Mucho peor es lo que sucede con la celebración del día de la madre. Cada vez se oye con mayor insistencia el desapego existente en las familias, cuando no indiferencia o maltrato.
Está bien que nos acordemos de la madre, pero no un día impuesto, sino todos los días del año. Y lo mismo con el día del libro; tenerlo presente no un día que nos venga marcado, sino durante todo el año. Y así debiera ser con el resto de “Día de…” 

domingo, 21 de abril de 2013

INDIGNADOS por Salvador Moret


En aquel entonces mucha gente se alegraba cuando ETA asestaba un golpe. Tal vez algunos lo recuerden todavía. Las víctimas solían ser militares o miembros de las fuerzas del orden.
De ello no hace tanto tiempo, es cierto, pero la verdad es que parece que haga una eternidad. Eran los últimos años de Franco.
Sí, sí; por extraño que nos suene, había gente que se alegraba de aquellos atentados. Y se alegraban porque, inocentes, se imaginaban que aquello era una lucha contra Franco, y cuando se acabara su régimen ETA se disolvería y viviríamos en paz.
Después llegó la desilusión. Aquellos que veían a los terroristas como unos valientes que luchaban contra la dictadura, al acabar ésta, perplejos y desorientados, no entendían por qué los asesinos seguían disparando.
Esos confusos vecinos eran los disconformes con la dictadura que, apocados y miedosos, no se atrevían a levantar la voz contra el régimen y esperaban que otros hicieran el trabajo sucio.
No tardaron en percatarse de que los fines de los asesinos eran otros. Y las consecuencias ya las conocemos.
Pero, a pesar de esta historia macabra que todavía fluctúa en nuestras retinas, llegan ahora los indignados, con la última hornada de los anti desahucios, y surge esa marea de gente alborotadora, camorrista y acosadora, siempre dispuesta a provocar el caos con sus frases que apabullan a los políticos y a las instituciones, y que tanto agradan a los callados y medio escondidos descontentos, que, como antes, esperan que alguien les resuelva sus frustraciones y reveses.  
Cierto que hay descontentos; aunque probablemente no son muchos más que en otras épocas. Eso sí, el aire que respiramos actualmente está verdaderamente emponzoñado.
Que existe malestar en gran parte de la población es evidente, porque mientras muchas economías se tambalean, otras, que disfrutan de privilegios no alcanzables a todos los mortales, engrosan sus arcas privadas con métodos no siempre lícitos.
Y los ojos de estos indignados se giran hacia los políticos y banqueros principalmente, quienes, con sus abusos de poder y escándalos financieros, mantienen a la población en vilo. Un caldo de cultivo que sirve para que los camorristas, los acosadores y los partidarios del desorden se crezcan y cada vez haya más gente dispuesta a participar en sus algaradas.
Un aldabonazo en las conciencias de políticos y banqueros; una advertencia para que pongan remedio a sus desmanes. Unos desmanes que hasta el momento, el hombre de la calle no aprecia rectificación alguna por ninguna parte, como tampoco ve el menor indicio de que se vayan a tomar medidas para subsanar esos desequilibrios.
Y esa indiferencia de los políticos y banqueros hacia el pueblo es lo que a éste le enfada, y en grado sumo.
Es posible que una vez más, como siempre ha sido su proceder, los políticos y los banqueros confíen que las aguas agitadas que hoy convulsionan la convivencia, con el correr de los días se apacigüen. Pero con ese proceder; con esa política de mirar hacia otro lado o levantarse de hombros como si todo estuviera en orden, puede costar un disgusto.

jueves, 11 de abril de 2013

LA ESTRELLA DE DAVID por Salvador Moret


Intentando hacer memoria para situar el inicio de la decadencia moral que nos está tocando vivir, caigo en la cuenta que ese no es el problema actual, sino que no sabemos cómo puede finalizar.
Es preocupante ver cómo unos políticos son acosados por la calle y hasta a las puertas de sus viviendas. Pero aun es mayor el estupor que causa ver cómo pasan los días y no hay nadie de los que se supone tienen la obligación de guardar y hacer guardar el orden que ponga remedio a ese desorden.
No hace mucho veíamos a unos caraduras, que para más humillación se identifican como políticos, o sea que sus salarios provienen de las arcas públicas, cómo entraban en los supermercados, cargaban las cestas y se marchaban sin pagar. Y además, agredían al personal trabajador.
En la actualidad, y desde hace unos cuantos años, no pasa un solo día que no nos despertemos con alguna gansada de algún personaje público. Puede ser un juez, un concejal, un sindicalista, un alcalde, un presidente de comunidad, o el hijo, o un sobrino, o un amigo, o la cuñada. El caso es que el abuso de los que están en posición de dar ejemplo, está a la orden del día.
Y nadie hace nada para remediarlo.
Sí, es cierto que se habla mucho sobre esas cosas. Y se escribe mucho también. Pero ahí termina la acción. Y eso desespera al hombre de la calle.
Y como esa sensación de abandono y desprotección que siente el ciudadano medio viene de muy antiguo, la desinhibición de las autoridades reafirma la creencia de que la ocupación de los políticos es vivir por encima de sus posibilidades y hacerse ricos a costa del pueblo.
¿Ocuparse de los desalmados? ¿Hacer cumplir la ley? Pero, ¿qué fuerza moral puede fustigarles a hacer cumplir la ley cuando ni siquiera ellos la cumplen? Esa es la impresión que se tiene en la calle.
Afortunadamente, en el pueblo llano todavía existe más cordura y sensatez de la que cabría pensar. Y honradez también. Pero todo tiene sus límites, porque los despotismos, como todo lo que es excesivo en la vida, acaban mal.
Los comportamientos que estamos viendo últimamente de atosigamiento a los que no piensan como ellos son muy preocupantes. Los organizadores de estas cargas son tipos que bajo la bandera de indignación, solo pretenden pescar en las aguas revueltas, sin percatarse, o tal vez precisamente por eso, que su proceder no hace más que emponzoñar la convivencia.
Parece increíble, pero a juzgar por ciertas conductas y maneras, es fácil deducir que existe gente que piensa que cuanto peor, mejor.
Y para neutralizar ese desconcierto está la autoridad; para velar por el ciudadano, que es la gran mayoría. Pero al parecer, está en paradero desconocido.
Y si el gobierno no acomete su obligación y pone orden en la calle, no será extraño que en un futuro no muy lejano, aquellos prepotentes que se sienten bien en medio del caos, exijan a los que no comulgan con sus teorías, se identifiquen con una cruz en la solapa, o una estrella de David, que para el caso es lo mismo.

domingo, 7 de abril de 2013

EL ORIGEN DE LAS COSAS por Salvador Moret


Muy a menudo me he preguntado el por qué de las diferencias sociales entre las naciones del norte de Europa, y también de América, y las del sur, respectivamente.
Y a continuación me acuden una serie de respuestas la mar de simplonas: la corrupción de los políticos; la intolerancia generalizada; la prepotencia de las autoridades, y así muchas otras gansadas que todos repiten con aire aburrido ante la realidad a la que hace mucho tiempo ya asumieron como inevitable.
Pero si profundizo en la pregunta y me planteo el motivo, es decir, la causa de por qué están así las cosas, las respuestas me llevan directamente al pasado. Porque esas diferencias no son de hoy, sino desde hace siglos. O sea, que necesariamente tenemos que retroceder en el tiempo unos cuantos centenares de años.
Por ejemplo, a estas alturas nadie duda de que en América latina esté instalada la corrupción institucional, mientras que en el norte, no vamos a ocultarlo, puesto que también tienen sus lances y puñaladas bajo capa, desconocen aquello que han popularizado los países del sur como repúblicas bananeras.
Y el razonamiento que se me ocurre es elemental: algo tendrá que ver quiénes colonizaron el norte y quiénes colonizaron el sur del continente americano. Nosotros, los españoles, nos sentimos muy orgullosos de ser los descubridores y conquistadores de tan vastos terrenos, y es así debido a las doctrinas que nos han inculcado durante generaciones.
Y con ese orgullo seguimos viviendo, aunque creo que jamás nos haya aportado algún beneficio. Al español de base, y desde el inicio, a excepción de aquellas escapadas a hacer las américas, más bien le ha perjudicado. Aunque analizar este punto nos llevaría mucho tiempo.
Curiosamente, es coincidente que en Europa suceda exactamente el mismo fenómeno de imagen de informalidad y formalidad entre el sur y el norte.
Coincidencia que no puede ser casualidad. Y rebuscando en el pasado, recuerdo que a los españoles siempre se nos transmitió la idea de que las intenciones de aquella gente de la España en decadencia que emigraba a América, fueron principalmente cristianizar a aquellos infieles y pobres infelices que vivían alejados de la gracia de Dios.
En cambio, los europeos del norte siempre reconocieron abiertamente y sin tapujos que los aventureros que partieron hacia América huían de la miseria del entorno que les vio nacer, y que sus intenciones no eran otras que probar fortuna y mejorar sus maltrechas economías. Tenían poco que perder, y buscaban el bienestar que sabían nunca encontrarían en su patria.
Notable diferencia de motivaciones. O tal vez no, que probablemente también los españoles buscaban las mismas mejoras económicas que los otros, solo que lo encubrían con fines más filántropos. O, posiblemente, no fueran ellos quienes lo ocultaran, sino las autoridades, que por aquello de lavar su imagen se afanaron en darle unas pinceladas de color amable para que siguiéramos viendo una realidad distorsionada.
Y muy probable que con esa deformación de la realidad comenzara la pestilencia. Al menos los hechos hablan en esa dirección.
La cuestión es que donde los muy católicos españoles dejamos las semillas, éstas germinaron y dieron sus frutos. Y aquellos otros pueblos que se asentaron en el norte de América, profundamente cristianos también, pero no católicos, los hechos nos demuestras que han tenido otra evolución.