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sábado, 30 de marzo de 2013

NATURALEZA HUMANA por Salvador Moret


Victoria era la hermana de Victorio, y su diferencia de edad era escasamente de año y medio.
Ahora eran ya mayores y estaban curados de espanto, pero en su juventud y durante años, para sus compañeros de escuela fueron el centro de las bromas y chacotas. ¡Lo que sufrieron los pobres chicos! Sí, sí; aunque no lo parezca, mucho más Victorio que Victoria.
Las ironías duraron más allá de la adolescencia, pero la peor época fue la escolar, según ellos mismos comentan cuando repasan los años transcurridos.
Es cierto que el chico era ligeramente apocado, motivo suficiente para que se cebaran en él.
Haciendo un paréntesis, me digo, ¡como para que vayan pregonando por ahí de la inocencia de los pequeños!
Pero en el fondo, ese no era el motivo principal que estimulara a los chicos a las chanzas. Es cierto que su carácter retraído ayudaba a que los demás sintieran mayores deseos de seguir achuchándole, pero el verdadero porqué era debido a que Victoria era peleona y Victorio era un místico.
Cosas de la naturaleza.
Los compañeros, que como ya hemos visto de inocentes tenían poco, centraban sus burlas diciendo que la naturaleza les había jugado una mala pasada. Claro que ellos lo decían con letras gruesas.
¡Qué de lloreras se cogía Victorio cada día camino de casa! Y por si no fuera suficiente con lo de sus compañeros, ahí llegaba Victoria que todavía le recriminaba por no hacerles frente y darles cuatro guantazos a cada uno de ellos. Y durante toda la caminata hasta casa, mientras él lloraba, ella no dejaba de repetirle lo que tenía que hacer para librarse de esas mosquitas muertas. – Eso es lo que yo haría, y lo que tú tendrías que hacer – concluía.
Pero, llegando a casa y acabado el sermón, Victoria sabía que había estado predicando en el desierto.
Posteriormente, siendo mayorcitos, no se explicaban cómo sus padres no tuvieron algo más de imaginación en el momento de elegir los nombres. Y cuando en una ocasión se interesaron por conocer cómo había sido eso posible, aquellos se limitaron a responder que fueron efectos de una época y desavenencias de los familiares.
Más tarde se enteraron que hubo mucha presión de los abuelos, de una parte y de la otra, y sus padres, por querer complacer a todos, no consiguieron alegrar a nadie, y acabaron enfrentándose a unos y a otros.
Bien es cierto que sus progenitores tampoco tuvieron presente los efectos que pudiera tener esa coincidencia de nombres en la sociedad, principalmente en la juventud y adolescencia de los chicos, que es cuando más se repara en esos detalles.
Como tampoco pudieron prever los errores que a veces comete la Naturaleza.
Para los compañeros de la escuela, no obstante, la guinda del pastel para recalar tan insistentemente con la guasa en Victoria y, principalmente, en Victorio, era el apellido, que no era otro que Hermoso. 

domingo, 24 de marzo de 2013

ÉXODO TRADICIONAL por Salvador Moret


-          Te veo muy pensativo hoy – decía Daniel, mirando a su amigo Arturo con detenimiento – ¿Te ocurre algo?
-          Estoy preocupado. Mi nieta ha decidido irse a Alemania.
-          ¿También Irene? ¡Hay que ver lo que esta dichosa crisis está socavando la sociedad! Cada día se oye con más insistencia los jóvenes que tienen que irse por no encontrar trabajo aquí. Pero, en fin, no te aflijas. También ella sabrá salir adelante.
-          De eso no tengo la menor duda. Lo que me enfurece es tener que reconocer que somos una sociedad que no hemos sabido aprovechar la época de las vacas gordas; que hemos despilfarrado fortunas en la creencia de que ya éramos ricos, y nada más el viento ha comenzado a soplar en contra, todo el andamiaje se nos ha venido abajo.
-          Sabes que no es exactamente así, porque muchos, los más vivos, sí que han sabido aprovechar el flujo de capitales que llegaban de la Unión Europea, y míralos ahora, bien posicionados, ricachones, y, a pesar de la crisis que nos ahoga, ahí los tienes, sin ánimos de apretarse el cinturón, demostrándonos que la crisis no va con ellos.
-          Esa es la cuestión. Y por eso me enfado. Que por una mala gestión del dinero público muchos jóvenes tengan que irse a otro país a labrarse su futuro.
-          ¡Pero, qué dices Arturo! Te expresas como si eso fuera algo nuevo. ¿Qué tuvimos que hacer nosotros siendo jóvenes? Y mucho antes que nosotros. ¿Te acuerdas a principios de los años cincuenta cuando el puerto de Barcelona no daba abasto a embarcar aquel interminable flujo de jóvenes y no tan jóvenes, también con el afán de buscar un futuro en Santo Domingo? ¿Te acuerdas que ya entonces quisimos enrolarnos en uno de esos barcos y no pudimos embarcar porque nos faltaba cumplir el servicio militar?
-          Sí, claro que me acuerdo. Y también me acuerdo que por esas mismas fechas se puso de moda emigrar a Argelia, que muchos decían Francia, embarcando también en el puerto de Barcelona. Y después vino la emigración a Francia, esta vez cruzando los Pirineos. Y poco más tarde, la gran emigración: Alemania.
-          Así es. A nosotros nos pilló ya en Holanda, y no nos fue mal allí. ¿Y por qué regresamos? Estábamos bien; habíamos hecho nuestras sus costumbres; estábamos aclimatados.
-          Ya sabes por qué regresamos. La nostalgia. Esa cosa etérea que solamente se encuentra en nuestras mentes.
-          Y no nos arrepentimos del regreso, ¿te acuerdas, verdad?
-          Al principio, sí, un poco, pero pronto lo superamos. Y no obstante, ahora, ¡qué pena!
-          Nosotros siempre hemos defendido la idea de emigrar, de ver mundo y enfrentarse a lo desconocido, porque son experiencias que forjan.
-          Es cierto, pero clama al cielo que haya que hacerlo por necesidad; porque en tu tierra no vislumbras un futuro, como nos pasó a nosotros, y coma ahora les pasa a los jóvenes. A menor escala, es lo que sucede en el campo español, que se desertiza por falta de mano de obra, porque los jóvenes, ante las débiles perspectivas que ofrece el terruño, huyen a la ciudad.
-          Ahora, con la marcha de Irene, podemos decir que se cierra el ciclo.
-          No se cierra, sino continúa. 

domingo, 17 de marzo de 2013

DOS VARAS DE MEDIR por Salvador Moret


-         ¿Por qué habrás tenido que caer en las redes de esa arpía?
-         Mamá, no exageres. Estoy molesto con algunas cosas suyas, pero tampoco es para que te pongas así.
-         No exagero, sino que según tus comentarios, tu mujer no hace nada en casa, se levanta tarde todos los días, gasta el dinero con tanta facilidad que te asustas, y no sé cuántos lamentos más tengo que oír todos los días.
-         Sí, eso es cierto, pero no todo en ella es malo.
-         Pues, eso que no es tan malo en ella deben de ser secretos que guarda muy bien, porque nadie es capaz de descubrirlos.
-         Recuerda que eras tú quien me decía que no hay nadie solamente malo. Y en cuanto a Juani, es cierto que si quiero desayunar tengo que hacérmelo yo, y cuando estaba en casa, bien lo sabes, cuando me levantaba ya lo tenía preparado en la mesa. Y eso es un gran cambio. Pero lo peor es por la noche, que ya estoy harto de comer siempre pizza; a veces, para no repetir siempre lo mismo frío dos huevos, que dicho sea de paso, no me salen tan bien como a ti. Pero, en cuanto a lo demás, no es tan grave.
-         Pues, no lo veo yo igual, y mi parecer es que has tenido muy mala suerte con esa pérfida. ¡Tanto empeño en casarse, para esto! Y tú, un buenazo como eres, bien que supo engatusarte. Pero, ya te lo advertí, ¿te acuerdas? Esa chica te va a salir rana, ¿no te acuerdas? Si es que yo, con solo una mirada ya sé de qué pie cojea cada una. ¡Pues, no conozco yo el percal! Y claro, por las tardes, en vez de estar en casa y hacerle la cena a su marido, como es su obligación, se va de copas con las amigas, y tal vez también con los amigos. Eres demasiado bueno, y eso hoy en día es un gran defecto.
-         Ves como exageras, mamá. Juani y sus amigas se reúnen en la cafetería y solamente son tres o cuatro amigas, ningún amigo.
-         Eso es lo que te cuenta, claro, y si tú estás contento no vamos a discutir por eso, pero yo en tu lugar andaría con cuidado, porque no se puede ser tan confiado como tú eres.
-         No soy confiado, lo que pasa es que Juani necesita su expansión, su espacio para vivir. No se puede retener a una persona todo el día metida en casa. ¿No lo entiendes, mamá?
-         ¡Ay, qué buenazo estas hecho! Esa mujer te tiene mareado y te ha seducido porque no tienes maldad en tu cuerpo.
-         No soy muy diferente a muchos de mis amigos, mamá. Así que no dramatices.
-         Eres demasiado amable con tu mujer. Mira tu hermana cómo sí ha sabido encontrar el camino adecuado en su matrimonio. Ella no le permite a su marido que le marque pautas; ella exige su libertad de acción, y bien que le ha dicho que si quiere llevar las camisas planchadas, que aprenda a planchar. Y si quiere desayunar en casa que se levante un cuarto de hora antes y se lo haga, y si no quiere comer platos precocinados también puede cocinar él. Y así una condición tras otra, porque si tu hermana no se pone en su sitio, a saber de lo que sería capaz esa mosquita muerta que tiene de marido.

miércoles, 13 de marzo de 2013

CRISIS Y DECADENCIA por Salvador Moret


-          Oye, Juan, ¿has visto a Daniel últimamente? Acabo de hablar con él y, ¡vaya susto que me he llevado! Hacía tiempo que no le veía, pero no tanto como para ese cambio. El pobre, ha envejecido como diez años.
-          Sí, le vi hace dos días y me pasó como a ti. ¿También te ha contado la historia?
-          ¿De qué historia hablas?
-          No te la ha contado. Al principio, cuando le pregunté por qué no acudía los viernes a la partida, se hizo el remolón. Noté que no quería hablar del tema, pero ya sabes, lo que yo me propongo… bien, el caso es que insistí y comenzó a contarme el infierno por el que está pasando.
-          ¡Qué dices! ¿Qué le ha ocurrido?
-          Ocurrido, nada. Le está ocurriendo cada día.
-          ¡Me dejas de piedra, chico! Cuéntame, cuéntame.
-          El divorcio…
-          Ah, ¿el divorcio? ¿Y por eso tanto drama? Yo creía que era algo verdaderamente preocupante.
-          ¡Qué impertinente eres, a veces! Tú, como ya hace tiempo que lo culminaste, parece que te has olvidado del calvario que significa pasar por ese trance, además…
-          De calvario, nada. Yo me acuerdo muy bien, y es cierto que no es agradable, pero no para adelgazar y envejecer de esa forma.
-          Sí, pero tú cuando te divorciaste apenas llevabas seis meses de casado; no teníais hijos, y pudisteis rehacer vuestra vida sin mayores inconvenientes, y…
-          Nada de eso. Hace tiempo que tampoco estoy con Juani.
-          Bien, pues mejor me lo pones. Y, además, no me interrumpas, que ya lo has hecho cinco veces… como iba diciendo: el caso de Daniel no es comparable al tuyo; él tiene tres hijos, se ha quedado sin trabajo, y es su mujer quien mantiene económicamente la familia…
-          Eso no es ninguna anormalidad hoy en día.
-          Que no te pase a ti. A Daniel, no encontrar un empleo le tiene disgustado; la precariedad económica con la que tiene que lidiar cada día le amarga; el constante mal humor por no ver una salida airosa a su situación le desanima, y la situación angustiosa en la que vive se convierte en fuertes discusiones, que son el plato de cada día. Sitúate en esa posición y comprenderás que con todo eso y mucho más desde hace casi dos años, hasta la moral del más valiente se viene abajo. Y se envejece a pasos agigantados.
-          ¿Y qué tiene que ver con el divorcio?
-          Pues, eso, ¿no lo ves? que por motivos puramente económicos no pueden divorciarse y tienen que convivir en ese estado deplorable de riñas constantes, de insultos, sin esperanzas, sin anhelos, sin sueños de futuro. Un verdadero calvario; lo comprendes, ¿verdad? Comprendes por qué lo has encontrado tan delgado y tan envejecido, ¿verdad?
-          Sí, claro. Visto así, es como tú dices, aunque en su caso, creo que yo actuaría diferente, pero no quiero opinar. Es muy triste oír esas cosas, no cabe duda, pero qué le vamos a hacer, es la época que nos ha tocado vivir. Y, no será casualidad que casi todos los del grupo estamos divorciados. En mi opinión es debido a que la sociedad ha dado un vuelco en sus costumbres y parece que se le han acabado las ideas y andamos como pollos sin cabeza.

domingo, 3 de marzo de 2013

LA LEY por Salvador Moret


A veces me pregunto quiénes son estos personajes que se erigen en padres de la patria con derecho a decidir lo que está bien y lo contrario. Y en consecuencia, con sus decisiones nos someten a su albedrío.
Se justifican diciendo que fueron elegidos por el pueblo. Pero, ¡qué ironía!
Porque no siempre fueron elegidos por el pueblo, y sin embargo, también ellos se cansaban de decir que trabajaban para los vecinos, y que en sus decisiones siempre prevaleció el beneficio de los ciudadanos.
Un sarcasmo.
Porque, la realidad es que tanto antes como ahora, por mucho que digan que trabajan por y para el pueblo, el hombre de a pie se las ve y se las desea para llegar a fin de mes. Como antes. Como siempre.
Eso, en aquellos casos a los que sonríe la fortuna y todavía trabajan.
Y mientras, muy al contrario de la inmensa mayoría, estos personajes que nos dirigen, no necesitan esperar angustiados al final del mes para poder salir un sábado a cenar con unos amigos.
A lo mejor es porque no los tienen – podrá pensarse. Pero, no, el motivo es porque, cargados de privilegios, la economía no les impide disfrutar de los pequeños goces no importe la fecha.
Y no contentos con esos privilegios, y por supuesto para poder seguir disfrutando de ellos, lo que sí necesitan es seguir esquilmando al ciudadano, y para ello, nada más a mano que sacarse de la manga una nueva la Ley.
La Ley, esa cosa tan volátil actualmente, dicta los impuestos, las tasas, los recargos, los permisos, y una larga, larguísima retahíla de pagos que, a mayor incremento de privilegios, mayores porcentajes a satisfacer en esos impuestos, tasas y demás pagos que marca la Ley.
La Ley.
Me produce inquietud oír esta palabra en boca del ministro de hacienda.
Y la Ley, como si de algo divino se tratara, de pronto dice que de los intereses de sus ahorros pagará usted, no el 10% como hasta ahora sino el 20%.  Y el impuesto del valor añadido, que antes era 18%, ahora será 21%. Y así sucesivamente con todo lo que tenga que ver con las decisiones que se le ocurran a la Ley, esa cosa abstracta e imprecisa, así sea el abono del autobús, el impuesto de circulación o la tasa medioambiental.
Lo más reciente es el 20% que tendrá que abonar el afortunado que gane un premio de lotería. Decisión nueva que ha acordado la Ley.
Las ansias de recaudación son inagotables. Porque, haga usted cuentas y verá lo que es Estado puede llegar a recaudar cada día del año.
Es lo que le ocurrió a un conocido afortunado apenas hace unos días, que acertó un boleto de 22 millones de euros, y de una tacada – decía el conocido afortunado – el Estado, sin arriesgar nada, recoge cuatro y casi medio de esos 22 millones. Solo de ese sorteo, claro.
Con tantos privilegios a satisfacer, es evidente que cada día somos más pobres, con la amarga sensación de siempre, de antes y de ahora, de que el reparto de la carga sigue sin estar equilibrado.
¡Y no nos rebelamos! Qué extraño.