Resaltar la
paja que asoma por el lacrimal del ojo ajeno y no ver la viga que nos ciega el horizonte
es tan antiguo como el hombre.
Actualmente,
y no solamente en España, los personajes públicos están dando unos ejemplos de
egoísmo e insolidaridad que asustan. Los actos de corrupción surgen cada día
como setas por todos los rincones, motivos para que los medios de comunicación
nos abrumen cada mañana con sus alarmantes titulares.
Y, al
contrario de lo que podría esperarse, a saber, que de tanto escuchar la misma
música acabáramos aburriéndonos, muy al contrario, la gente anda cada día más
alborotada.
A lo mejor,
tal vez sea esa precisamente la intención de los medios. Ve tú a saber. Se ven
tantas cosas extrañas.
Pues, como
veníamos diciendo, los casos de corrupción son constantes, y lo curioso es que
la escalada es tan llamativa que el caso de hoy arrincona al de ayer, que
irreflexivamente pasa al olvido, y que a su vez, con toda seguridad, el de hoy
quedará anulado mañana.
O sea, mucha
tela para cortar en las tertulias de una barra, en las reuniones familiares, en
los puestos de trabajo, y en toda ocasión cuando se encuentran dos conocidos.
Lo cierto es que
esos personajes públicos dan motivos para esas críticas y mucho más. No lo
vamos a discutir.
Pero pocas
veces escuchamos en esas sátiras y ataques a los personajes en cuestión, las
causas, el origen o el por qué se ha llegado a esta situación de caos,
abandono, y de sálvese quien pueda.
Y es que,
estos personajes que hoy ocupan las instituciones que nos dirigen son los
mismos que ayer se sentaban a nuestro lado, y que por una serie de casualidades
ellos han despegado y la gran mayoría no.
Se podrá
decir que ellos han avanzado más porque carecen de vergüenza o porque tienen
más cara que espalda, y a lo mejor es cierto. Pero, ¡qué más da!
Lo que no
cabe dudar es la circunstancia que les caracteriza: el atrevimiento. Son osados
en extremo.
Porque, vamos
a ver. Ellos se mueven en círculos donde las cifras se manejan en cantidades
astronómicas, por lo tanto, si distraen algunos millones, que para el resto de
los mortales es una enormidad, para ellos pueden significar solo calderilla.
Y los demás,
que se mueven en círculos más modestos, tan es así que cien euros se los miran
y remiran antes de gastarlos para no llegar a final de mes sin blanca, sus
aspiraciones de distraer algo en su favor, como se comprenderá, son muy
limitadas. Lo que no quiere decir que no esté dispuesto el chaval a distraer lo
que esté a su alcance. Igual que los personajes públicos, ¿por qué no?
Así sucede
que tanto el industrial como el comerciante, se afanan por distraer parte de
sus negocios con la buena intención de ocultar al fisco sus verdaderas
ganancias. O con el profesional que ofrece sus servicios al público. Y con cada
uno de nosotros que al pagar esos servicios nos escandalizamos si nos añaden el
IVA.
-
Oiga, ¿no podría usted eliminar el impuesto? –
arriesgamos a insinuar. O en el peor de los casos, más decididos, amenazamos
con ir a la competencia.
Sí, es fácil
criticar a los demás, pero de una sociedad corrompida no podemos esperar muchos
actos virtuosos u honorables. Ni de unos ni de otros.
La pregunta
es: ¿podemos aspirar a que cambien nuestros hábitos?
Difícil. Muy
difícil.