Evidente. El
progreso nos muestra cada día adelantos asombrosos. Probablemente siempre fue
así, solo que ahora es tal la velocidad con la que nos llegan las novedades,
que nos abruma y hasta nos arrolla. Principalmente en ese terreno tan popular y
tan actual de la informática.
Esto de
internet es tan fantástico que muchos son los que, por lo complicado que les
parece, prefieren no adentrarse a analizar su funcionamiento y, como en otros
muchos aspectos técnicos de uso diario se limitan a usar el ingenioso artefacto
– sea éste un ordenador, un teléfono o una tableta – sin más aspiraciones que
colmar sus objetivos, bien sean éstos para el trabajo o simplemente como un
pasatiempo.
Y como esta computación
moderna parece no tener límites, solo de pensar las posibilidades que ofrece
nos empequeñece y nos marea. Baste pensar en la memoria que almacenan algunos
de estos instrumentos, a veces de pocos gramos de peso. Y no digamos del
tamaño, que en pocos años los hemos visto empequeñecer hasta quedar reducidos a
la mínima expresión.
Pero no
intentemos entender su mecanismo, porque entonces los empequeñecidos somos
nosotros, mientras nuestra mente, incapaz de abarcar la inmensidad de sus
posibilidades, se pierde por el infinito.
Y es aquí,
cuando de pronto, el creyente recapacita sobre esa enormidad de contingencias y
reconoce que la ciencia viene en su ayuda para esclarecerle de una forma tan
simple la existencia del Creador.
Naturalmente,
el no creyente encontrará argumentos para contra restar las teorías del devoto,
pero eso es otra cuestión que ya sabemos no tiene fin.
Pero, a lo que
vamos, porque esta moderna tecnología al religioso le muestra y le sustrae de
sus dudas de otras épocas cuando, en los momentos de debilidad, él ponía en
tela de juicio y encontraba difícil, por no decir imposible, asumir cómo el
Creador podía conocer en cada momento el pensamiento de cada uno de los
humanos, y no solamente eso, sino al mismo tiempo retener durante una eternidad
cada uno de sus actos.
Es cierto que
hasta ahora, para la mente humana era poco menos que imposible imaginarnos el
almacenamiento de esa inmensa capacidad de conocimientos.
Pero, hete
aquí, que la ciencia, en la vertiente de la informática, viene a aclararnos y
hacernos comprensible lo que hasta ayer nos parecía tan difícil.
Más todavía si
tenemos en cuenta que este procesamiento de datos todavía está dando los
primeros pasos, según nos aseguran los expertos, por mucho que actualmente ya
nos parezca complicado y difícil de entender.
Por lo tanto,
si se mantiene este ritmo de adelantos y novedades, y nada parece impedir que
así sea durante unos cuantos, o muchos años más, cabe preguntarnos qué es lo
que todavía nos queda por ver o simplemente qué nos deparará el futuro en este
campo de la informática.
Y el creyente
se aferra a esta idea y piensa que siendo como es la informática una obra
humana, ¿qué no será posible, pues, para el Creador?