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sábado, 21 de mayo de 2011

ELECCIONES

Mañana, por fin, votaremos. Hoy es el día de reflexión. Paradójica expresión en una sociedad que no reflexiona. Sería mejor decir día de descanso, por aquello de que los políticos han empleado los últimos quince días en prometer hasta lo imposible.

Lo han hecho con esfuerzo – va en ello su cómoda posición – aunque las campañas en España duran cuatro años. La diferencia consiste en que los últimos quince días redoblan sus promesas, mientras que el resto del tiempo lo dedican a hacernos creer que cumplen lo que prometieron anteriormente.

Con todo, lo que más me ha llamado la atención ha sido el desvío de los mensajes, hasta el punto que durante unos días llegué a creer que estábamos ante unas elecciones a la presidencia de gobierno.

Que si unos u otros; que si el presidente o el jefe de la oposición. Pero poco o nada sobre los problemas locales, de la comunidad o del ayuntamiento, que es donde en realidad se hace la política que más directamente nos afecta.

Llevamos treinta años con esto de las votaciones y todavía parece que tomemos el acto como algo excepcional que hay que celebrar con gran alboroto, enormes concentraciones, griterío y no poco escándalo.

¿Será debido a que los políticos necesitan mostrar que hacen algo? O al contrario, ¿será que el pueblo interpreta que la democracia consiste en votar?

miércoles, 11 de mayo de 2011

HACIENDO MEMORIA

¿Se acuerdan ustedes de las caras de asombro que poníamos allá por los primeros años noventa?

Sí, cuando tras muchos años de incógnitas y dudas de lo que se llevaban más allá del telón de acero, por fin occidente tuvo acceso a la realidad de lo que allí sucedía, y ¡Oh, espanto! Lo que descubrimos nos aterrorizó.

Hasta entonces, el mundo occidental estaba dividido en opiniones contrarias. Haber sido un soviético quien primero salió al espacio; las medallas que conseguían aquellos atletas de los países comunistas en las competiciones internacionales; los rumores que corrían de lo avanzados – que automáticamente se traducía en qué bien vivían – que estaban aquellos países, todo contribuía a tenernos en vilo hasta el punto que, incluso los que no creían en ello, tenían sus dudas.

Cuando se desmoronó el tan deshonroso muro de la vergüenza, con ello se desmoronó también la ideología comunista, y los más sensatos, avergonzados, se retiraron a sus cuarteles de invierno.

Otros, los no tan juiciosos – de algo tenían que vivir, si querían seguir sin trabajar – fueron acomodándose bajo otras siglas, y como para éstos la ideología cuenta menos que ir contra lo establecido, siguieron en su labor de emponzoñar y defender lo indefendible.
Por ejemplo, Cuba.

¿Se extrañarán ustedes el día que se desmorone ese muro castrista – porque no lo duden, ese día llegará – y nos enteremos de lo que realmente ha sucedido allí y nos aterroricemos, que pongamos otra vez caras de asombro?
Pues, sí, pondremos otra vez cara de asombro, porque el hombre no tropieza sólo dos veces en la misma piedra, sino muchas más.

miércoles, 4 de mayo de 2011

LA HERENCIA

Estamos cansados de escuchar a voz en grito las injusticias que se cometieron en la época de la dictadura de Franco. En cambio, en tono más templado, los hay que dicen que no todo fue tan malo.

Como casi siempre sucede en estas cosas, se supone que habrá habido de todo. Claro que, como los que hoy están subidos en el machito son los que dicen ser los perseguidos por la dictadura de entonces, se permiten gritar y dar el color que les viene en gana a sus expresiones, sin permitir, al mismo tiempo, que otros lo hagan. ¡Cáchis!

Sin embargo, los que gritan nos traen recuerdos a veces distorsionados, otras veces exagerados, y no pocas veces inversos. Y por supuesto, se callan aquellos sistemas heredados, que entonces estaban muy mal, que eran un abuso propio de la dictadura, pero que hoy son muy válidos para que las cosas sigan rodando perfectamente.

En la herencia hay algunos de aquellos sistemas todavía en práctica, aunque el más sangrante es el que rige en los sindicatos, viva imagen de aquellos sindicatos verticales que se conocieron en la dictadura.

Entonces se mantenían económicamente de las partidas financieras del gobierno, y naturalmente, su misión era defender los derechos del empleado. Siempre, claro está, después de haber tenido en cuenta no perjudicar al estado.

Los políticos, que ya de por sí son poco imaginativos, debieron de pensar cuando llegó el cambio, que no era necesario abolir todos los privilegios, sino simplemente cambiar a los que los recibían. Y así estamos.

lunes, 2 de mayo de 2011

LAS DOS VARAS DE MEDIR

Al Papa Juan Carlos II que ha sido beatificado recientemente, que tanto sufrió bajo el régimen comunista de su época y que tanto luchó por la libertad de expresión de los pueblos, le salen voces criticando los abusos pederastas en el seno de la iglesia.

Son los que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio.

Son también los que, sin argumentos para defender sus teorías, solo emplean el tú más.

Porque, tras la caída del telón de acero, cuando el mundo occidental quedó pasmado ante la miseria y degradación social que encontró en aquellos países dominados por la Unión Soviética, parece increíble que, cuando ya ha quedado bien demostrado el fracaso del sistema comunista, haya quien todavía hoy siga defendiendo ese sistema que tan insolentemente traicionó la esperanza de millones de trabajadores en todo el mundo.

Aunque, lo más probable, es que esos que levantan sus voces contra la iglesia y contra el capital diciendo que estas instituciones son el origen de todo el mal que sufre la humanidad, no sea más que el modo de expresar su disconformidad con lo establecido, tal vez motivado por un oculto reconocimiento de su propio fracaso en la vida, o peor aún, porque sienten odio por todo lo que, deseándolo poseer y disfrutar, queda fuera del alcance de sus manos.

Naturalmente que hay que denunciar los abusos cometidos por la iglesia y el gran capital, faltaría más. Pero no solo éstos, sino también aquellos que a la sombra de unas leyes descarnadamente partidistas, permite que unos vivan mejor que otros. O sea, unos a costa de otros.

A lo largo de los años, uno se cansa de oír constantemente las equivocaciones del contrario, principalmente a los que viven a costa de los contribuyentes, y no solamente se callan las propias, sino que las niegan.

Es muy posible que el día que aparezca esa voz pública que sea capaz de comenzar sus discursos resaltando sus propios errores y al mismo tiempo proponga enmiendas para subsanarlos, la gente, en masa, le seguirá incondicionalmente… si no lo acallan antes esos que por encima de todo quieren continuar con las dos varas de medir.