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viernes, 21 de octubre de 2011

METAMORFOSIS (Salvador Moret)

Parece increíble, pero los hechos lo confirman. Una afirmación bien sazonada y administrada por los interesados puede permanecer en candelero durante generaciones. Así nos sucede con el comunismo, después rebajado a socialismo, y más tarde disminuido a socialdemocracia. Era el modo de ir adaptándose a las circunstancias, a los vientos que soplan, y no quedar tan rezagados como para perder el ritmo de la carrera.
Pero, eso sí, para mantener contenta a la parroquia, al mismo tiempo que se adaptaban a los nuevos tiempos, había que mantener también los principios. Cosa harto difícil para el común de los hombres, no así para los malabaristas de la palabra. Y así, el discurso continúa siendo el de siempre: solo los socialistas defendemos los intereses de los pobres.
Y aún permanece en la mente de muchos que no ha cambiado nada.
Durante años, aquellas expresiones como “descamisados”, “parias de la sociedad”, y lindezas de este estilo, fueron fuente de energía para arrastrar a las masas. Y su éxito que tuvieron.
Hoy ya no se llevan, como es lógico. La sociedad ha alcanzado un nivel de bienestar que esas expresiones quedan un tanto desfasadas, y hasta casi ridículas.
La metamorfosis ha tenido lugar en la sociedad y también, principalmente, en sus dirigentes. Aquellos que arrastraban masas con sus alocuciones preferidas y que salían a escena como verdaderos descamisados, sin corbata y pantalones de pana, ahora aparecen con trajes de marca, pero mantienen el tono incendiario contra los ricos y los patronos, culpables de todos los males de los olvidados del gobierno, dando a entender que ellos ni son ricos ni son el gobierno.
Todas esas proclamas suenan ridículas y bochornosas hasta el extremo de sentir vergüenza, cuando por otros canales uno se entera de las fortunas que en pocos años han acumulado estos antiguos descamisados, así como el tren de vida de lujo, casi faraónico, que se permiten llevar.
Peor aún. Grotesco resulta escucharles cuando dicen que el gobierno se olvida de ellos, que no atiende sus demandas, y es la causa de su desventura.
Y algo increíble: las masas les siguen y les creen.
Pocos reparan que estos que así les hablan son ricos y son el gobierno.
Habrá que convenir que no les falta ese don maravilloso, esa gracia que no todos poseemos para embaucar a la masa diciendo lo contrario de lo que hacen y, no obstante, dejar contenta a la parroquia.
Claro que en esto de seducir engañosamente no son los únicos. Escuelas hay mucho más antiguas y con más seguidores. Que Engels y Marx son unos bebés al lado de otros.

domingo, 16 de octubre de 2011

LAS DISTANCIAS (Salvador Moret)

Cuando comenzó a hablarse del 15-M hubo reacciones de todo tipo, y entre ellas algunos pusieron grandes esperanzas en este movimiento. “Por fin – se oía decir – alguien que dice en voz alta lo que pensamos muchos”.

Después vino lo que vino, precisamente porque donde no hay una cabeza todo son pies.

Los pillos de siempre, no obstante, esos que hacen poco pero siempre están al acecho para sacar beneficios de lo que hacen otros, se apropiaron de la dirección del movimiento. Lástima, porque una buena intención acabó en desastre.

Y es que si malo es no haber una cabeza pensante capaz de dirigir una empresa, peor es que la dirijan aquellos que no piensan y tampoco están dispuestos a trabajar.

En estas condiciones, los moderados, los que pagan impuestos y están hartos de tanto abuso y escándalo financiero y de otros géneros, pero que no saben o no quieren, o tal vez no se atreven a dar un zapatazo en la mesa, deseosos, sin embargo, de acabar con esta anarquía, supusieron que este movimiento sería una gran advertencia para los políticos.

Craso error, al menos es lo que parece, porque los políticos siguen a los suyo, distanciados del sentir del pueblo y sin intenciones de enmienda. No es extraño, pues, que diariamente nos desayunemos con un escándalo, siempre mayor que el del día anterior.

“El desmadre lo tenemos encima” – se oye decir por doquier. Pero nadie pone remedios para acabar con él. Probablemente porque hemos llagado a creer que ese es nuestro sino, y ya no nos altera que los políticos se comporten como unos caraduras, unos sinvergüenzas y unos ladrones.

Parece como que quieran dar la razón al pueblo, y aprovechándose de su posición con un sinfín de privilegios que el pueblo llano ni los huele, han creado dos mundos: el paraíso, donde ellos disfrutan y se desenvuelven con impunidad ante todas sus fechorías, y el infierno, donde transitan los sufridos contribuyentes cada vez con menos derechos.

Y para no mezclarse con la plebe, los políticos marcan distancias con el pueblo como si de apestados se tratara.

domingo, 9 de octubre de 2011

TRAPICHEOS (Salvador Moret)

La sexualidad y la iglesia se llevan muy mal. Pero no siempre ha sido así, a pesar de que no se hable de ello.
Al menos oficialmente todo lo que tenga que ver con el tocamiento, y no sólo, sino también con el pensamiento, es un gran pecado.
Y seguramente, por aquello de evitar el desmadre, la iglesia tiene motivos para exponerlo como pecado. Pero como todo lo que acomete el hombre o no llega o se excede, también los hombres de la iglesia no han podido dictar resoluciones perfectas, y han actuado y promulgado leyes según las épocas y las circunstancias.
También actualmente salen a la luz comportamientos abominables de ciertos padres de la iglesia, lo cual solo demuestra que la sexualidad es una necesidad fisiológica del hombre, y que reprimirla no siempre es adecuado. Probablemente, si los sacerdotes pudieran convivir con su mujer sin tener que ir escondiéndose, al menos algunos de ellos, no tendrían que recurrir al pecado.
¿Y quién dicta qué es pecado y cuándo es pecado? Los hombres, por supuesto.
Y en otro orden de cosas están los abusos con menores, condenables si los comete un seglar, pero si lo comete un eclesiástico, amparado por su posición, es odioso.
Pero todo esto no es nuevo. Existe desde que existe el hombre. Y sabemos que la iglesia, con los años ha ido adaptándose a las reglas del mercado como si lo que ofrece semejara a cualquier producto de moda. Con la diferencia, naturalmente, que su oferta no es de temporada sino eterna.
Porque actualmente – no desde ayer, se entiende – los sacerdotes no pueden vivir con una mujer, cuando ha habido épocas, lejanas y no tan lejanas, que no solamente han tenido una mujer oficialmente, sino que han tenido hijos, y hasta los ha habido que además también mantenían concubinas.
Y, ¿quién duda que llegará un día, y no precisamente muy lejano, que la iglesia permita casarse a los sacerdotes?
Y también, ¿quién duda que pronto la iglesia admita la convivencia de dos jóvenes antes de llegar al matrimonio?
Aparecerán voces razonables y convincentes para que todos lo vayan asumiendo como si tal cosa. Y para que nadie se escandalice.
Lo exige la ley del mercado. Y cuando estos principios, hoy gran pecado, se materialicen, el pecado habrá dejado de existir.
Es el gran problema al que se enfrentan los creyentes. Es cierto que existen aspectos muy loables en la iglesia, pero otros no lo son tanto. Y lo triste es que con sus preceptos condicionan al hombre a unas normas de vida que, tal vez, dentro de unos años la misma iglesia permita lo que hoy prohíbe.
Son trapicheos propios del ser humano.

jueves, 6 de octubre de 2011

LA PIEL DEL OSO (Salvador Moret)

A casi dos meses de las elecciones ya casi nadie duda de la victoria de la derecha. Hasta la misma izquierda lo da por cierto, y en consecuencia, los gurús se aprestan al reparto, cavilando cómo satisfacer a todos los que de pronto se arriman con halagos y peloteos.

Unos ya ven su futuro solventado por unos años y otros sufren porque no lo tienen tan claro. Y ninguno piensa que no hay nada seguro.
Porque, ¿acaso nadie se acuerda de lo seguro que lo tenía la derecha hace ocho años? Estaba cantado; sería un paseo; nadie daba dos perras por ese advenedizo, para la gran mayoría desconocido Zapatero.
Pero hete aquí que sucedió el gran atentado, y lo que estaba tan asegurado dejó de estarlo, así, de repente, de la noche a la mañana.
Y es que los jóvenes ya no escuchan las viejas enseñanzas de los mayores, tal vez porque es más bonito, y también más cómodo, confiar todos los proyectos a un cántaro de leche que bregar duramente hasta el último minuto, porque la leche se puede derramar y ya no hay proyectos.
Para repartirse la piel del oso primero hay que cazarlo y para contar con un puesto en el ministerio primero hay que ganárselo.
Y llegado a este punto, ¿quién nos dice que no vuelva a suceder otro atentado? El último todavía no está aclarado quién o quiénes fueron los autores. Muchos ojos miran hacia ETA y no dudan de que estuvo involucrada en mayor o menor grado, mientras que muy pocos piensan en los árabes; otros acusan a círculos de las fuerzas del orden. En cualquier caso, lo cierto es que los autores preferían a un gobierno de izquierdas antes que a uno de derechas. Y cabe preguntarse: ¿Ha cambiado en algo la situación en los últimos ocho años?
Sí ha cambiado, por supuesto. Hoy el enfrentamiento entre los españoles es mayor y más irritado. Y caso de llegar al gobierno la derecha, uno de los círculos que más tendrían que perder es precisamente ETA, que tras los privilegios alcanzados en los últimos tiempos no es exagerado pensar que estén dispuestos a no dejárselo arrebatar así como así.
Claro que, también hay muchos personajes en las más diversas instituciones que perderían muchos privilegios y que también cabe pensar qué no estarán maquinando para que no se los arrebaten.
Por lo tanto, primero hay que cazar al oso.

martes, 4 de octubre de 2011

LA MORAL (Salvador Moret)

Ruperto, que había escuchado un sinfín de veces aquello de que “tienes más moral que el Alcoyano”, entendía el significado pero desconocía el origen de la expresión. Cuando se lo contaron, tuvo un ataque de risa. Reza así:
“El partido de fútbol estaba a punto de acabar y el Alcoyano perdía por once goles a cero, lo que no impedía que su entrenador siguiera animando a sus jugadores diciendo: ánimo muchachos, que todavía podemos empatar”.

Ahora, a pocos días de las votaciones y tras una larga, cansina, agotadora y sucia precampaña, cuando las estadísticas anuncian la debacle para unos y la gran victoria para los adversarios, escuchando a los primeros Ruperto repetía con pleno conocimiento de causa la conocida frase: “Es que tienen más moral que el Alcoyano”.

Y preguntándose a qué era debida tanta moral no se le ocurría nada mejor que reconocer que a fin de cuentas eran actores y tenían que actuar según apuntaba el guión.

Con lo cual conseguían transmitir moral a los suyos, y así que no decayeran los ánimos de los seguidores – y probablemente para que tampoco decayeran los propios.

Pero esto último tal vez no era necesario. Eran profesionales y sabían su cometido: embaucar a la muchedumbre y hacerles creer que iban sobrados de moral.

Igual que los adversarios que al margen de las estadísticas nada seguro tenían, y sin embargo, salían a escena mostrándose con la moral alta, altísima, seguramente con las mismas intenciones de transmitir a los suyos evidencia, infalibilidad, y no por último convencerles para mantener la moral bien alta.

Eran las reglas del juego. Es decir, lo importante era la escenificación. Porque al igual que el buen actor, que sabe que al espectador le importan tres rábanos los problemas particulares que puedan estar machacándole los sentimientos y por eso se espera de él que en escena interprete al personaje en cuerpo y alma, el político actúa bajo las mismas condiciones que no son otras que mostrarse como el primer convencido.

A fin de cuentas, sus ingresos en la oposición tampoco son a despreciar.