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viernes, 18 de marzo de 2011

DIALOGO DE SORDOS

Con las imágenes que mostraba la televisión surgieron opiniones opuestas, y los tertulianos súbitamente quedaron enfrentados.
- Por muy extraño que nos parezca su proceder es erróneo juzgarlos desde nuestra perspectiva – decía Andrés, el más sensato – los orientales tienen un sentido de la vida muy diferente al nuestro, y…
- ¡Y que lo digas! – interrumpió Hidalgo, el intelectual, según él mismo se definía – ¡Cómo vamos a entender a unos tíos que para hacer huelga trabajan el doble! – y rió su gracia.
- ¡Hombre, ya ha salido tu vena! – exclamó enseguida Dionisio, el seminarista – A ti, a pesar de las desgracias que estamos viendo solo se te ocurre pensar en la huelga, como buen sindicalista, claro está.
- No digas tonterías, Dionisio – saltó Ramiro, compañero de Hidalgo – que a ti también te sale la vena enseguida. Tenías que haber terminado la carrera. Lo que dice Hidalgo es cierto. Huelga significa no trabajar, lo demás son esquiroles.
Hubo un barullo. Todos hablando a la vez; todos queriendo imponer su punto de vista al mismo tiempo. Cuando se calmaron, Andrés tomó la palabra. Lo intentó.
- No podemos hacer comparaciones, porque…
- ¡Qué comparaciones ni historias! – interrumpió Hidalgo de nuevo – con la desgracia que les ha caído y no les ves ni una lágrima. ¿Acaso tienen sangre estos tíos?
- Eso es lo que pretendo explicar – apuntó Andrés, en tono sosegado – que desde nuestra cultura no lo podemos entender…
- ¡Qué dices de cultura, eso es temperamento, que no tienen! ¡Nada más! – rebatió el intelectual.
- Tiene razón Hidalgo – apoyó Ramiro, a quien a sus espaldas llamaban el papagayo, porque siempre repetía lo que decía su superior – cuando hay motivos para reír, hay que reír, y cuando hay que llorar, pues a llorar. A lágrima viva, si es necesario. Los demás tienen que saber que uno lo está pasando mal, porque si no, como les pasa a esos orientales, uno cree que se están divirtiendo.
- Qué poca sensibilidad tenéis – espetó Dionisio – estáis viendo las desgracias ocurridas y todavía lo tomáis a risa.
- Aquí nadie se lo toma a risa – respondió Hidalgo – lo que estamos diciendo es que a estos tíos parece que no les afecte la desgracia. Al menos no lo muestran.
- Porque son culturas distintas – apuntó una vez más Andrés – Probablemente, al contrario que nosotros, ellos interpreten que las penas son de cada uno, y no para compartir, y que ante la desgracia hay que afrontar la vida con el mejor ánimo.
- Tonterías, y más tonterías – saltó de nuevo Hidalgo – Lo que yo veo en esa gente es que encima son tontos. ¿Habéis visto que alguien exija explicaciones de quién es el culpable?
- Exacto – se apresuró a ratificar Ramiro – tienen que haber dimisiones, y rápidamente formar una comisión para encauzar las subvenciones…
- No os vayáis por las ramas – decía Andrés – que ha sido un desastre de la naturaleza.
Pero nadie le hacía caso.

lunes, 14 de marzo de 2011

LOS MITOS

- La unión no hace la fuerza – aseveró Cipriano. Y ante los murmullos y gestos de desacuerdo de los contertulios, rectificó – La unión no hace siempre la fuerza.
Rectificación que no sirvió para calmar la disconformidad general.
A Cipriano no le sorprendía la hostilidad que causaban sus palabras. Casi siempre era así, porque tenía la virtud de ir contra corriente. Es decir, solía expresarse con frases alejadas de lo políticamente correcto.
Y tampoco le molestaba el enfrentamiento que originaba. Prefería eso a ser un loro como la mayoría de sus asiduos compañeros que se limitaban a pensar poco y repetir lo que escuchaban sin profundizar en el significado de lo que decían.
- ¿Cómo te atreves a negar lo que sabe todo el mundo? – espetó uno de ellos en tono cínico, mientras miraba a los demás esperando su aprobación.
- No todo el mundo lo sabe, sino todo el mundo lo repite. Y suele suceder que de tanto repetir un pensamiento o una idea, ésta se desvirtúa y el significado acaba alejándose del origen. Y eso es lo que os pasa a vosotros que como pensáis poco lo que expresáis habéis convertido la frase en una leyenda que, con los ojos cerrados, aceptáis sin más.
Sus palabras levantaron aún más revuelo, ganándose el acoso de todos los presentes. Cipriano, no obstante, continuaba sin alterarse, y cuando se acallaron las voces, imperturbable, siguió exponiendo sus pensamientos.
- Esperad y escuchad. No os alarméis. Eso de que la unión hace la fuerza, es cierto para según qué casos, pero no para todos. Si lo que se pretende es derrocar un gobierno, bien, lo acepto. Si queréis enfrentaros al comité de dirección de la empresa, también puede ser válido, pero, vosotros, con un horizonte muy estrecho y con unas miras muy cortas, os quedáis ahí anclados y no sois capaces de ver más allá, porque, ¿de qué sirve la unión para la creatividad?
Otra vez se alzaron las voces en contra. Si cabe con más fuerza. Nadie estaba de acuerdo con Cipriano. Eso se veía desde lejos. Y además, enfadados por lo que decía contra ellos. Alguno hasta se levantó, tal vez para realzar sus críticas, argumentando aspectos que poco tenían que ver con lo que allí se exponía. Es decir, ofendiendo.
- Mirad – replicó Cipriano cuando los demás comenzaban a calmarse, y sin sentirse molesto, añadió – un buen ejemplo de lo que estamos discutiendo lo tenemos a mano. Vosotros, por muy unidos que estéis, no conseguís la fuerza suficiente para convencerme.
- Podríamos darte un par de tortas para convencerte.
- Si eso son todos vuestros argumentos… pero no era eso lo que yo quería comentar, sino que la creatividad es algo muy individual, y la unión no sirve para nada. Imaginaros un pintor o un escritor que necesitan la concentración para crear, y eso es lo opuesto a las masas. A ellos ninguna unión les puede ayudar. Si acaso, más bien irritar.
Para que lo entendieran, Cipriano terminó explicando que los mitos alcanzan tanta fuerza que pocos se atreven a contradecir lo que todos aceptan como válido… hasta que alguien con atrevimiento viene a romper el espejismo.

LA LIBERTAD DEL AUTOR

El cadáver, en posición grotesca, estaba siendo objeto de un profundo análisis por el equipo forense. Entre tanto, el teniente Gómez observaba con detenimiento el entorno, mientras en la habitación contigua su compañero el inspector Yáñez interrogaba a Damián, el jardinero, a Julia, amiga de la víctima, y a Pablo, el novio de ésta.

Los tres mostraban nerviosismo. Pero al inspector no se le escapaban algunas diferencias. Damián, el jardinero, se cogía la cabeza con ambas manos y murmuraba en voz baja frases casi ininteligibles, algo así como: “¿por qué, por qué?”. Julia, tal vez la menos expresiva, casi lograba transmitir un estado sereno, pero Yáñez, perro viejo, no perdía de vista cómo encendía un cigarrillo detrás de otro, y tras dos caladas, casi enteros los aplastaba en el cenicero. En cambio, Pablo, exaltado en extremo y a voz en grito, no hacía más que pedir la pena de muerte para el asesino de su novia. Y dirigiéndose al inspector, de pronto, vociferó:

- ¡Haga usted algo y no pierda más tiempo preguntando tonterías; salgan a buscar al asesino de una vez, que nosotros ya le hemos dicho todo lo que sabemos y es hora de irnos a descansar!

- Es cierto, les he retenido mucho rato. Lo siento, pero era necesario – respondió el inspector sin alterarse, y añadió – Ahora pueden irse… si bien, como todavía tendremos que preguntarles algunos detalles más, les pido que no salgan de la ciudad durante los siguientes días.

Más tarde, en el despacho del teniente, los dos sabuesos discutían sobre las pistas que proporcionaron las observaciones de uno y los interrogatorios del otro.

Cada uno de ellos se había formado su propia idea sobre los sospechosos.

- Para mí, esa Julia amiga de la víctima que pretende engañarnos con su aparente calma, es culpable número uno – decía el inspector Yáñez.

- ¿Por qué? – inquirió el teniente Gómez, visiblemente incrédulo.

- Por varias razones. Es celosa, y fue amiga de Pablo, con quien estuvo saliendo varios meses antes de que éste conociera a la víctima.

- ¿Quieres decir que el móvil no es otro que los celos porque su amiga le robó el novio?

- Exacto.

- ¿Qué hubieras hecho tú si la amiga de tu amiga es más joven, más atractiva y encima le sale el dinero por las orejas?


- Tú mismo lo confirmas. Precisamente por eso Julia se convierte en la principal sospechosa.

- Te olvidas que Julia, según tus notas, llegó a la vivienda mucho más tarde que Pablo, por lo tanto tiene una coartada indestructible… a no ser – añadió el teniente Gómez pensativo y remarcando la frase – que Julia y Pablo oculten que continúan siendo novios.

- Lo había tenido en cuenta, pero ellos dos lo niegan, aunque Damián, el jardinero, dejó ciertas dudas al respecto cuando insinuó que a veces los veía juntos.

- Que ellos lo nieguen estaría dentro de su estrategia. Y que Damián levante sospechas hacia Pablo y Julia pudiera ser que él, a su vez, también tuviera su propia estrategia.

- No lo entiendo, ¿qué quieres decir?

- Quiero decir que como Damián en absoluto se beneficia de la muerte de la víctima, sino todo lo contrario, eso es al menos lo que parece, puesto que allí tiene su puesto de trabajo, le es más fácil intentar desviar la atención hacia otros con el fin de que ésta no recaiga sobre él.

- ¿Y qué podría temer él?

- No sé, tal vez nada. Pero si tenemos en cuenta que es el único que no tiene coartada, convendrás conmigo que no podemos descartarlo como sospechoso. Con más motivo aún porque él tiene acceso a las estancias. Y recuerda que la puerta no estaba forzada, ni los cristales de las ventanas rotos. Y lo más importante, Damián ha tenido tiempo suficiente de asesinar a la víctima antes de que llegaran Pablo y Julia.

- ¡Pero no tiene un motivo!

- Aparentemente. Por eso habrá que averiguar algo más de su vida.

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Llegado a este punto, el autor interrumpe la narración con el fin de que el lector reflexione sobre el posible asesino. O lo que es lo mismo, ¿a quién inculpará el autor? Porque esa es la libertad de éste. Sin embargo, como la libertad nunca es total, el autor, en deuda con el lector desde el inicio de la narración, está obligado a no defraudarle… aparte de que usted haya llegado a un veredicto.

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Los dos policías, una vez aclarado el misterio, comentaban que por mucha que sea la experiencia acumulada, ésta siempre es poca, porque la vida está llena de sorpresas.
- No es fácil asumir que el despido fuera la causa del asesinato, ¿no te parece?
- Creo que el despido era lo más insignificante. En mi opinión, además, hubo un intento de violación, por mucho que Damián lo niegue. Lo que no sabremos nunca, es por qué no lo consumó.
- Es posible que lo intentara – convenía el inspector Yáñez – aunque eso no está probado. Lo sospechamos por ciertas señales en el cuerpo de la víctima, y porque conocemos el historial de su trayectoria. Ahora bien, ¿cómo pudo engañar a la víctima en su día para que ésta le ofreciera el empleo?
- Falsificar unos informes es pan comido para estos canallas, y comportarse debidamente tampoco les es difícil… durante un corto espacio de tiempo. Después, la maldad que acumulan en sus entrañas hace el resto.

Las últimas frases del informe venían a decir que Pablo y Julia, destrozados al principio, acabaron por encontrarse de nuevo.

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martes, 1 de marzo de 2011

DE EXTREMO A EXTREMO

Sebastián y Maribel habían superado el séptimo año de matrimonio. El año fatídico, el más crítico según algunos para la pareja. Aunque, vaya usted a saber qué hay de cierto en ello después de lo que estamos viendo actualmente.
En cualquier caso, ellos estaban contentos de haber llegado a esa altura sin demasiadas contrariedades. Y hasta se vanagloriaban de lo bien que lo llevaban, lo que no quiere decir que en su convivencia no hubiera días aciagos como en cualquier casa de vecino.
Ni tan siquiera en la educación de Juan Manuel, su hijo, tenían discrepancias, que ya es decir.
Tal vez la causa de esa posición de convivencia era la trayectoria que tenían tras de sí. Por haber crecido en el entorno de una educación antiautoritaria, ellos conocían sus efectos perniciosos y, probablemente por aquello de la conocida ley del péndulo, no estaban dispuestos a que su hijo pasara por las mismas deficiencias.
De tal modo que sus exigencias con el niño eran a los ojos de sus vecinos muy extremadas, excesivas, y hasta desfasadas para los tiempos que corrían.
Y por su proceder con el niño eran criticados en el barrio, actitud que a ellos no parecía afectarles, ni mucho ni poco. Sebastián y Maribel tenían las ideas claras sobre la educación de su hijo y ningún comentario de la vecindad les apartaría de sus ideas, conscientes de que cada casa es un mundo y cada cual podía hacer en la suya lo que más le conviniera, y precisamente por eso ellos regirían la suya a su manera, a pesar de que tener que prestar más atención a su hijo de la que sus vecinos prestaban a los suyos les reducía tiempo libre para sus aficiones.
No obstante, en su intimidad contaban que una educación con cierta autoridad, como la que ellos practicaban, pudiera tener los efectos contrarios a los deseados, y cuando Juan Manuel fuera mayor deseara poner en práctica con sus propios hijos la contraria a la recibida, tal cual les había sucedido a ellos.
Eran conscientes de esa posibilidad y corrían con ese riesgo, que en resumen solo era una probabilidad, con la conciencia tranquila, porque también era posible, y eso era lo que les daba confianza y valor para seguir adelante, que no se equivocaran y el chico lo agradeciera en el futuro.
¿Por qué no?