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viernes, 30 de diciembre de 2011

LAS RELIGIONES (Salvador Moret)

A finales de la Edad Media, la Reforma tomaba cuerpo, a pesar de la dura Contrarreforma.
Es difícil simplificar hoy dónde radican las diferencias entre la iglesia católica y la iglesia evangélica. A nivel de calle, incluso parece que no las haya. Pero en sus inicios iba en ello la vida.
Todavía no hace tanto, en España eran perseguidos y encarcelados los protestantes. Eso sí, ya no los mataban.
Sin embargo, las diferencias son profundas. La más elemental: que la iglesia evangélica ha propiciado siempre la lectura de las sagradas escrituras mientras que la iglesia católica siempre puso inconvenientes. Comprar la Biblia en España allá por los años cincuenta casi era una odisea. Eso lo asegura Faustino Brend, conocido estudioso del caso.
Si reflexionamos entre lo que significa leer las sagradas escrituras y que te cuenten lo que dicen las sagradas escrituras, aunque parezca lo mismo, la realidad es que media un abismo. Simplemente porque, en general, el ser humano tiende a inculcar según su visión o sus intereses la interpretación de los hechos. A veces rozando el peligro de la manipulación. Es la naturaleza del hombre, que siempre tiende a ser parcial.
En la época de la posguerra los españoles tuvieron conocimiento de la Biblia a través de la historia sagrada. Versión simple de los Evangelios, con retoques a gusto del autor. Probablemente porque muchos eran analfabetos o porque así se les consideraba.
Pero en épocas antiguas, cuando Roma era un estado más en la Europa medieval, escindida de Bizancio y obligada a mantener su hegemonía por medio de las armas, la Biblia llegó a perder su razón de ser y quedó relegada casi al olvido. Los católicos vivían los principios de la Biblia, sí, pero alejadas de su sentido esencial y brutalmente deformados.
Eso fue lo que el fraile católico agustino encontró cuando llegó a Roma. Y eso fue lo que le impulsó a rebelarse contra Roma, exigiendo sencillamente guardar las normas que nos enseñan las sagradas escrituras.
Después surgieron los calvinistas, hugonotes en Francia, los anglicanos… y menudas peleas no se llevaban entre ellos. Y eso que todos rezaban al mismo Dios.
Y al este quedaban los ortodoxos en sus diversas variantes. Con ellos también tuvieron sus más y sus menos, pero hacía tiempo que decidieron repartirse los espacios y vivir de espaldas. Naturalmente para no mirarse a la cara.
Los llamados protestantes no eran mejores, que entre ellos también hubo sus más y sus menos. Ahí tenemos a Zwingli, en Zúrich, defendiendo las teorías de Lutero al tiempo que degollaba católicos y los arrojaba al Limmat, y posteriormente, en discordia con éste, acabó también enfrentado a él. Pero comparado con la iglesia de Roma, los protestantes son unos angelitos. Claro que, no sabemos qué será de ellos cuando lleven dos mil años ejerciendo.
La fe es algo innato en el hombre. Esto, aparte que lo dicen los estudios efectuados al respecto, lo podemos comprobar a nuestro alrededor en esas personas que huyen de la iglesia y raudos se abrazan a cualquier doctrinario que llame a su puerta.
Y muchos hombres se aprovechan de los que en la fe buscan una respuesta.

sábado, 10 de diciembre de 2011

EL ENCUENTRO (Salvador Moret)

Venimos escuchándolo desde hace varios días. Pocos, ni siquiera aquellos que el fútbol les es indiferente, desconocerán que hoy es el día del encuentro. El tema nos lo encontramos hasta en la sopa.
Uno se pregunta qué sería del fútbol – por cierto, igual que casi todos los demás deportes – sin la prensa. Seguramente poca cosa.
Claro que lo mismo podríamos decir de los políticos. Aunque en este caso nos haría un favor. A nosotros y, en primer lugar a los mismos políticos, porque mira que dicen sandeces, que, naturalmente, sin la prensa desconoceríamos.
Visto así, tendremos que reconocer que la prensa hace un papel importantísimo. No cabe duda. Pero como todo en esta vida: el objeto nace, se desarrolla y… curiosamente no se estabiliza en ese punto de equilibrio, sino que sigue creciendo hasta convertirse en un monstruo.
No es de extrañar, pues, que conquistados por la prensa, en cualquier sitio público, en el trabajo, en la familia, estos días no se hable de otra cosa. El encuentro excita hasta al más tranquilo. Y llega a enfadar a casi todos.
Claro que la tolerancia no es precisamente un don que predomine en nuestro suelo patrio. Como es sabido, la gente no tolera que le miren de reojo, ¿cómo no iba a enfadarse con esos que prefieren que gane el Barcelona cuando ellos quieren que gane el Madrid? O viceversa.
Y uno, que no entiende nada de fútbol, menos aún puede entender cómo es posible llegar a esos cabreos tan morrocotudos que se toma la gente. Oiga, que sucede también entre gente educada, gente tranquila, gente que no levanta la voz por no molestar… ¡Ah! pero tratándose del encuentro, ahí acaba la historia. O mejor, ahí comienza. Porque todo lo demás queda relegado a segundo término. O quinto.
Para muestra la grave situación económica por la que estamos pasando. No nosotros los españoles, o los europeos, sino todos. Y hemos visto cómo los políticos, esos de primera línea, por una vez les hemos visto bregar. Otra cosa será si lo que han acordado sirva para algo provechoso.
Sin embargo, esta noticia casi ha pasado desapercibida para la gran masa, y eso que va en ello nuestro futuro, donde nos jugamos el bienestar, el vivir en unas u otras condiciones según los resultados que surjan del encuentro.
Pero, qué digo el encuentro. El Encuentro es el del Madrid - Barça. Lo demás, humo.

martes, 6 de diciembre de 2011

EL REGRESO (Salvador Moret)

Alfredo, después de más de veinte años en el extranjero, regresó a su España natal a punto de participar en las votaciones de la carta magna.
Él se marchó de España por una serie de motivos entre los que figuraba, en primer lugar, la expectativa de trabajar y recibir a cambio una compensación económica que le permitiera vivir dignamente.
Otros motivos eran conocer la vida en un lugar donde la autoridad no fuera tan rigurosa y que no estuviera plagada de privilegios.
Todo eso que buscaba lo encontró en ese lugar y con el tiempo hasta se habituó a costumbres que al principio, más que extrañas le parecieron horrorosas. No todas, claro, pero sí muchas de ellas.
Eso fue al principio. Después, cuando comenzó a comprender el origen de esas costumbres comprendió también el comportamiento de las personas, y desde entonces sus actitudes dejaron de parecerle extrañas. Y acabó aceptando su nuevo entorno como algo extraordinariamente agradable.
Pero los años de su juventud y su entorno, cuyos recuerdos siempre se mantuvieron frescos en su mente, se reavivaron cuando en España se anunciaban nuevos aires con aperturas significativas, y Alfredo pensó si no sería hora de participar en esa nueva onda que se veía venir. Y puso tanta ilusión en su proyecto que no tardó en tomar la decisión de regresar.
¡Ah, pero los sueños son solo eso, sueños! Tantos años ausente, la España que él recordaba ya no existía. Solo la buena voluntad que no le había abandonado, le hizo comprender que tenía que desandar el camino de veinte años antes.
Es decir, tuvo que asimilar el nuevo entorno. Nada fácil al principio, puesto que le parecía incomprensible encontrarse extraño en su propia tierra.
Entonces todavía no se percataba de que cada pequeña aceptación que asumió veinte años atrás en aquellas tierras inhóspitas, era una pequeña cesión de sus propias costumbres que él traía consigo.
Le costó lo suyo aceptar que se había desprendido de sus hábitos de juventud, porque siempre estuvo convencido de que eso no se perdía jamás.
Con el paso de los años y ante el deterioro que observaba en la sociedad española, comenzando por los políticos, involuntariamente su pensamiento regresaba ahora a esa otra sociedad que, no siendo la propia, comenzaba a añorar.
Pronto llegó a no poder evitar las comparaciones, porque no podía entender cómo era posible tener una administración tan complicada y unos políticos tan mediocres; una justicia tan compleja y tan lenta; una sociedad en general tan poco involucrada en los asuntos de vital importancia; unas regiones que no solamente renegaban manifiestamente de España, sino que se posicionaban y luchaban abiertamente en su contra…
Alfredo, cansado de tanto desconcierto y percibiendo que en España, como antaño, era el lugar idóneo para aquellos que solo buscan vivir sin trabajar, optó por marcharse de nuevo.

martes, 22 de noviembre de 2011

EL DICTADOR QUE LLEVAMOS DENTRO (Salvador Moret)

Ahora que llegan las vacas flacas, después de tantos años que hemos vivido a cuerpo de rey mientras disfrutábamos de las ayudas de la Unión Europea; ahora que el futuro pinta oscuro tirando a negro; ahora aparecen aquellos cuya palabra soberanía les importa a ratos, y rasgándose las vestiduras como plañideras de alquiler claman que Alemania quiera imponernos su criterio.
No se les oía cuando de Bruselas llegaban las sacas repletas para que nosotros pudiéramos construir autopistas, AVES, y muchos bolsillos se llenaran de esas migajas que se perdían por el camino. No, no se les oía. Pero ahora sí. Ahora claman al cielo porque Europa – y para ponerle rostro dicen Merkel – quiere imponernos normas.
Asumimos un compromiso con la unificación de la moneda. Hemos gastado lo que no teníamos arrastrando con ello a otros países a la pobreza hasta que éstos han dicho basta. Y nos enfadamos.
Y surge la hidalguía.
A nosotros, soberanos que somos – dicen esas voces recurriendo al pundonor – no tienen que venir estos que no saben vivir a dictarnos normas. Nuestra soberanía es sagrada.
Oiga, y se quedan tan panchos. Quieren formar parte del club de los mejores, pero que nadie les quite sus privilegios. Como si eso fuera posible.
Son los mismos que critican a esas regiones que, a diferente escala, piden lo mismo que ellos: formar parte del conjunto, pero lo mío es mío y que no me lo toquen. Como si eso fuera posible.
Habrá que convenir que si queremos estar en un grupo tendremos que atenernos a unas normas que rijan para todos por igual, y no dejarnos llevar del egoísmo y querer que los demás se adapten sin oponerse a las nuestras. Los de Bruselas que no nos exijan mucho, y los valencianos, andaluces o extremeños que acepten sin rechistar lo que nosotros dictamos.
Como hacen los de la plaza san Jaime, que exigen a Madrid lo que ellos no conceden al resto de municipios. Y eso mismo se puede decir de cualquier comunidad, como a su vez de cada municipio.
Lo llevamos dentro, no cabe duda. Pedimos al de arriba lo que no estamos dispuestos a conceder al de abajo. Y lo curioso es que no somos capaces de ver la sinrazón.
Nos quejábamos del dictador, y ahora tenemos que soportar a los absolutistas.

lunes, 21 de noviembre de 2011

EL DESPILFARRO (Salvador Moret)

Llevamos mucho tiempo escuchando que España va muy mal económicamente; que muchas empresas cierran diariamente; que cinco millones de personas con necesidad de trabajar no consiguen un empleo; que el crecimiento es nulo; que el consumo está en mínimos…
Y por si fuera poco, los periódicos, como es su natural, nos alarman aún más redoblando los titulares catastróficos, especialmente en estos últimos días, anunciando que estamos al borde del precipicio y que esto es poco para lo que nos espera.
Más o menos nos vienen a decir que volvemos a la época de las cartillas de racionamiento.
O del corralito, ese fenómeno argentino de hace unos años, cuando la gente que requería sus ahorros depositados en los bancos y no lo conseguía porque éstos no disponían de un peso.
En pocas palabras. Todos los signos que nos transmiten últimamente los medios de comunicación presagian un futuro desastroso, porque el estado de bienestar se acaba y pasarán muchos años hasta que volvamos a disfrutar de él.
Pero, al parecer, estas predicciones apocalípticas son solamente para la plebe, porque la casta política, como vive en otras esferas, no sabe, no entiende de épocas de vacas flacas. Al menos, es lo que se deduce de los despilfarros que se permiten.
Lo vemos a diario, cuando junto a aquellos titulares catastróficos, la prensa nos muestra también procederes propios de clases muy privilegiadas, que a tenor de lo que nos cuentan el derroche es continuo y sin cuartel. O sea, que la crisis, la catástrofe, el tener que ahorrar porque no tenemos un duro, todo eso no va con ellos. Eso es solamente para la plebe. O sea, estos que malgastan a espuertas, son los mismos que nos exigen el ahorro, y los mismos que nos alertan del mal que se nos viene encima. A nosotros, claro, no a ellos.
Salarios astronómicos; privilegios a mansalva; corrupción a manos llenas; abusos por doquier…
¡Oiga! ¿No hay modo de parar tanto desmadre? ¿No hay nadie que ponga coto a tanto abuso? ¿Habrá algún día un castigo para estos desvergonzados?

miércoles, 16 de noviembre de 2011

LOS PRIMEROS SIGNOS (Salvador Moret)

Unos pocos días más y ya terminamos con este calvario. El día veinte. La de cosas que hemos tenido que escuchar en estos últimos cuatro meses.
Promesas que se lleva el viento, nada más.
Los que han gastado a manos llenas lo que no era de ellos hasta el punto de dejar nuestras arcas no solamente vacías, sino con deudas, y gordas, nos prometen ahora que nos traen la solución a todos nuestros males. Que ellos saben cómo hacerlo. Ahora ¡Qué osadía!
Aunque en cuestión de promesas, tampoco los otros se quedan mancos. Esperemos que no nos defrauden también. Al menos éstos, por ahora, tienen más credibilidad que los que nos han arruinado, y vamos a confiar en ese cambio que nos auguran.
Lo veremos en pocos días.
Y es que hartos como estamos de ver cómo un día sí y otro también nos aturden los escándalos de corrupción, esperamos – ¡qué esperamos, exigimos! – que el día veintiuno comencemos a ver las primeras medidas para acabar con esa lacra que nos ha llevado a no creer en los políticos.
Si el nuevo gobierno en las primeras veinticuatro horas no es capaz de transmitir esa sensación de honradez con ejemplos prácticos comenzando por ellos mismos, y no pone orden y cordura en el desmadre al que nos ha llevado el gobierno anterior, no es que estaremos igual, sino que estaremos mucho peor, porque la decepción será grande, la desilusión se hará patente y el desengaño cundirá por doquier.
Todo esto en lo que atañe a la cuestión económica que, no siendo la más importante, es la que más directamente nos afecta y la que más se siente.
Otra cuestión, sin lugar a dudas de mayor calado, son las autonomías. Asunto éste al que hay que poner medidas para que podamos vivir sin excesivos sobresaltos, y una podría ser que España se reconociera un estado federal. Y si a aquellos que nunca se sienten contentos les resulta poco, podríamos llegar a ser un país confederado. Y si aún les resulta poco, se debería buscar la escisión, por mucho que duela a muchos. Pero, ¿por qué no?
Nadie estaría mejor en ese nuevo escenario, pero acabaríamos de una vez por todas a esa escalada de enfrentamientos absurdos a los que estamos abocados actualmente.
El sistema de las autonomías ha quedado demostrado que es un fracaso, en parte porque se dejaron demasiados flecos sueltos, y también porque los políticos se han comportado como mercenarios, cortos de miras y mezquinos. Por lo tanto será necesario buscar una solución a este problema que nos quema las manos.
Aunque, para muchos, el nuevo gobierno tampoco lo afrontará y echará balones fuera diciéndonos esas tonterías que suelen decir cuando les falta el coraje para asumir su responsabilidad.
Es posible que el asunto económico mejore. Eso es lo que confía mucha gente, y ya es para agradecer, pero el cáncer nacional seguirá enquistado.
Ojalá nos sorprenda.

domingo, 6 de noviembre de 2011

NOVELA (Salvador Moret)

Salvador Moret publica (Bubok.com) FLORES BLANCAS, primera parte de una trilogía.

sábado, 5 de noviembre de 2011

LIBERTAD DE PRENSA (Salvador Moret)

Allá por los años cincuenta, Alfredo era un joven con la cabeza llena de ideas encaminadas todas ellas a cambiar el mundo. Como cualquier joven en no importa qué época, vaya.
Una de ellas, de las más importantes, según creía él entonces, era la libertad de prensa que, en su desesperación, lamentaba su inexistencia en España.
Y como la carencia de lo que se desea aumenta el valor de lo deseado, Alfredo estaba convencido de que todos los males de España se acabarían el día que los españoles pudiéramos acceder a las noticias desde un plano neutral. O sea, el suceso visto por los que lo defienden… y por los otros.
Pero eso a Alfredo, en aquellos años cincuenta, le parecía una quimera.
Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que se vislumbraran indicios en esa dirección. Y un día, inesperadamente, se abrió la puerta de la esperanza. Y no solo Alfredo, sino muchos como él que tuvieron los mismos sueños y deseos, creyeron que desde ahora las cosas serían muy diferentes. Y creyeron también que habían alcanzado la meta, cuando en realidad se hallaban en el punto de salida.
Pero en aquel momento Alfredo no lo percibió así. Para él se había logrado aquello tantas veces añorado, como era la libertad de prensa. Al principio le pareció lo más grandioso del mundo. ¡Qué gozo poder elegir quién me cuenta los hechos! – pensaba.
Y para estar seguro de las diferencias compraba los diversos periódicos que se publicaban. Y, ¡qué gozada! Lo que él siempre soñó ya era un hecho.
Pero, ironías de la vida. A no tardar una cierta sensación de desengaño comenzó a sobrevolar por su cabeza. Aquello no era lo que él se imaginó en su día de la libertad de prensa. Primero las noticias parecían escritas por la misma mano, y más tarde cada periódico comenzó a decantarse en una dirección determinada.
Esta tendencia divergente aumentaba con el tiempo hasta que llegaron a ser opuestas totalmente. Naturalmente a Alfredo no se le escapaba que algún periódico no era limpio, o tal vez ninguno. Las noticias se tergiversaban descarada y tendenciosamente, tanto que a Alfredo comenzaron a darle náuseas los periódicos.
Muy al contrario de cuando aun era un muchacho con deseos de cambiar el mundo, Alfredo ahora deseaba que no cambiara nada, consecuencia de las experiencias acumuladas a través de los años.
Y en cuanto a la libertad de prensa, acabó desengañado por completo, convencido de que los que escriben son unos manipuladores. Y no es que añorara la época de su juventud, puesto que la consideraba injusta, pero la manipulación actual le parecía mucho más perversa que la falta de libertad de prensa.

viernes, 21 de octubre de 2011

METAMORFOSIS (Salvador Moret)

Parece increíble, pero los hechos lo confirman. Una afirmación bien sazonada y administrada por los interesados puede permanecer en candelero durante generaciones. Así nos sucede con el comunismo, después rebajado a socialismo, y más tarde disminuido a socialdemocracia. Era el modo de ir adaptándose a las circunstancias, a los vientos que soplan, y no quedar tan rezagados como para perder el ritmo de la carrera.
Pero, eso sí, para mantener contenta a la parroquia, al mismo tiempo que se adaptaban a los nuevos tiempos, había que mantener también los principios. Cosa harto difícil para el común de los hombres, no así para los malabaristas de la palabra. Y así, el discurso continúa siendo el de siempre: solo los socialistas defendemos los intereses de los pobres.
Y aún permanece en la mente de muchos que no ha cambiado nada.
Durante años, aquellas expresiones como “descamisados”, “parias de la sociedad”, y lindezas de este estilo, fueron fuente de energía para arrastrar a las masas. Y su éxito que tuvieron.
Hoy ya no se llevan, como es lógico. La sociedad ha alcanzado un nivel de bienestar que esas expresiones quedan un tanto desfasadas, y hasta casi ridículas.
La metamorfosis ha tenido lugar en la sociedad y también, principalmente, en sus dirigentes. Aquellos que arrastraban masas con sus alocuciones preferidas y que salían a escena como verdaderos descamisados, sin corbata y pantalones de pana, ahora aparecen con trajes de marca, pero mantienen el tono incendiario contra los ricos y los patronos, culpables de todos los males de los olvidados del gobierno, dando a entender que ellos ni son ricos ni son el gobierno.
Todas esas proclamas suenan ridículas y bochornosas hasta el extremo de sentir vergüenza, cuando por otros canales uno se entera de las fortunas que en pocos años han acumulado estos antiguos descamisados, así como el tren de vida de lujo, casi faraónico, que se permiten llevar.
Peor aún. Grotesco resulta escucharles cuando dicen que el gobierno se olvida de ellos, que no atiende sus demandas, y es la causa de su desventura.
Y algo increíble: las masas les siguen y les creen.
Pocos reparan que estos que así les hablan son ricos y son el gobierno.
Habrá que convenir que no les falta ese don maravilloso, esa gracia que no todos poseemos para embaucar a la masa diciendo lo contrario de lo que hacen y, no obstante, dejar contenta a la parroquia.
Claro que en esto de seducir engañosamente no son los únicos. Escuelas hay mucho más antiguas y con más seguidores. Que Engels y Marx son unos bebés al lado de otros.

domingo, 16 de octubre de 2011

LAS DISTANCIAS (Salvador Moret)

Cuando comenzó a hablarse del 15-M hubo reacciones de todo tipo, y entre ellas algunos pusieron grandes esperanzas en este movimiento. “Por fin – se oía decir – alguien que dice en voz alta lo que pensamos muchos”.

Después vino lo que vino, precisamente porque donde no hay una cabeza todo son pies.

Los pillos de siempre, no obstante, esos que hacen poco pero siempre están al acecho para sacar beneficios de lo que hacen otros, se apropiaron de la dirección del movimiento. Lástima, porque una buena intención acabó en desastre.

Y es que si malo es no haber una cabeza pensante capaz de dirigir una empresa, peor es que la dirijan aquellos que no piensan y tampoco están dispuestos a trabajar.

En estas condiciones, los moderados, los que pagan impuestos y están hartos de tanto abuso y escándalo financiero y de otros géneros, pero que no saben o no quieren, o tal vez no se atreven a dar un zapatazo en la mesa, deseosos, sin embargo, de acabar con esta anarquía, supusieron que este movimiento sería una gran advertencia para los políticos.

Craso error, al menos es lo que parece, porque los políticos siguen a los suyo, distanciados del sentir del pueblo y sin intenciones de enmienda. No es extraño, pues, que diariamente nos desayunemos con un escándalo, siempre mayor que el del día anterior.

“El desmadre lo tenemos encima” – se oye decir por doquier. Pero nadie pone remedios para acabar con él. Probablemente porque hemos llagado a creer que ese es nuestro sino, y ya no nos altera que los políticos se comporten como unos caraduras, unos sinvergüenzas y unos ladrones.

Parece como que quieran dar la razón al pueblo, y aprovechándose de su posición con un sinfín de privilegios que el pueblo llano ni los huele, han creado dos mundos: el paraíso, donde ellos disfrutan y se desenvuelven con impunidad ante todas sus fechorías, y el infierno, donde transitan los sufridos contribuyentes cada vez con menos derechos.

Y para no mezclarse con la plebe, los políticos marcan distancias con el pueblo como si de apestados se tratara.

domingo, 9 de octubre de 2011

TRAPICHEOS (Salvador Moret)

La sexualidad y la iglesia se llevan muy mal. Pero no siempre ha sido así, a pesar de que no se hable de ello.
Al menos oficialmente todo lo que tenga que ver con el tocamiento, y no sólo, sino también con el pensamiento, es un gran pecado.
Y seguramente, por aquello de evitar el desmadre, la iglesia tiene motivos para exponerlo como pecado. Pero como todo lo que acomete el hombre o no llega o se excede, también los hombres de la iglesia no han podido dictar resoluciones perfectas, y han actuado y promulgado leyes según las épocas y las circunstancias.
También actualmente salen a la luz comportamientos abominables de ciertos padres de la iglesia, lo cual solo demuestra que la sexualidad es una necesidad fisiológica del hombre, y que reprimirla no siempre es adecuado. Probablemente, si los sacerdotes pudieran convivir con su mujer sin tener que ir escondiéndose, al menos algunos de ellos, no tendrían que recurrir al pecado.
¿Y quién dicta qué es pecado y cuándo es pecado? Los hombres, por supuesto.
Y en otro orden de cosas están los abusos con menores, condenables si los comete un seglar, pero si lo comete un eclesiástico, amparado por su posición, es odioso.
Pero todo esto no es nuevo. Existe desde que existe el hombre. Y sabemos que la iglesia, con los años ha ido adaptándose a las reglas del mercado como si lo que ofrece semejara a cualquier producto de moda. Con la diferencia, naturalmente, que su oferta no es de temporada sino eterna.
Porque actualmente – no desde ayer, se entiende – los sacerdotes no pueden vivir con una mujer, cuando ha habido épocas, lejanas y no tan lejanas, que no solamente han tenido una mujer oficialmente, sino que han tenido hijos, y hasta los ha habido que además también mantenían concubinas.
Y, ¿quién duda que llegará un día, y no precisamente muy lejano, que la iglesia permita casarse a los sacerdotes?
Y también, ¿quién duda que pronto la iglesia admita la convivencia de dos jóvenes antes de llegar al matrimonio?
Aparecerán voces razonables y convincentes para que todos lo vayan asumiendo como si tal cosa. Y para que nadie se escandalice.
Lo exige la ley del mercado. Y cuando estos principios, hoy gran pecado, se materialicen, el pecado habrá dejado de existir.
Es el gran problema al que se enfrentan los creyentes. Es cierto que existen aspectos muy loables en la iglesia, pero otros no lo son tanto. Y lo triste es que con sus preceptos condicionan al hombre a unas normas de vida que, tal vez, dentro de unos años la misma iglesia permita lo que hoy prohíbe.
Son trapicheos propios del ser humano.

jueves, 6 de octubre de 2011

LA PIEL DEL OSO (Salvador Moret)

A casi dos meses de las elecciones ya casi nadie duda de la victoria de la derecha. Hasta la misma izquierda lo da por cierto, y en consecuencia, los gurús se aprestan al reparto, cavilando cómo satisfacer a todos los que de pronto se arriman con halagos y peloteos.

Unos ya ven su futuro solventado por unos años y otros sufren porque no lo tienen tan claro. Y ninguno piensa que no hay nada seguro.
Porque, ¿acaso nadie se acuerda de lo seguro que lo tenía la derecha hace ocho años? Estaba cantado; sería un paseo; nadie daba dos perras por ese advenedizo, para la gran mayoría desconocido Zapatero.
Pero hete aquí que sucedió el gran atentado, y lo que estaba tan asegurado dejó de estarlo, así, de repente, de la noche a la mañana.
Y es que los jóvenes ya no escuchan las viejas enseñanzas de los mayores, tal vez porque es más bonito, y también más cómodo, confiar todos los proyectos a un cántaro de leche que bregar duramente hasta el último minuto, porque la leche se puede derramar y ya no hay proyectos.
Para repartirse la piel del oso primero hay que cazarlo y para contar con un puesto en el ministerio primero hay que ganárselo.
Y llegado a este punto, ¿quién nos dice que no vuelva a suceder otro atentado? El último todavía no está aclarado quién o quiénes fueron los autores. Muchos ojos miran hacia ETA y no dudan de que estuvo involucrada en mayor o menor grado, mientras que muy pocos piensan en los árabes; otros acusan a círculos de las fuerzas del orden. En cualquier caso, lo cierto es que los autores preferían a un gobierno de izquierdas antes que a uno de derechas. Y cabe preguntarse: ¿Ha cambiado en algo la situación en los últimos ocho años?
Sí ha cambiado, por supuesto. Hoy el enfrentamiento entre los españoles es mayor y más irritado. Y caso de llegar al gobierno la derecha, uno de los círculos que más tendrían que perder es precisamente ETA, que tras los privilegios alcanzados en los últimos tiempos no es exagerado pensar que estén dispuestos a no dejárselo arrebatar así como así.
Claro que, también hay muchos personajes en las más diversas instituciones que perderían muchos privilegios y que también cabe pensar qué no estarán maquinando para que no se los arrebaten.
Por lo tanto, primero hay que cazar al oso.

martes, 4 de octubre de 2011

LA MORAL (Salvador Moret)

Ruperto, que había escuchado un sinfín de veces aquello de que “tienes más moral que el Alcoyano”, entendía el significado pero desconocía el origen de la expresión. Cuando se lo contaron, tuvo un ataque de risa. Reza así:
“El partido de fútbol estaba a punto de acabar y el Alcoyano perdía por once goles a cero, lo que no impedía que su entrenador siguiera animando a sus jugadores diciendo: ánimo muchachos, que todavía podemos empatar”.

Ahora, a pocos días de las votaciones y tras una larga, cansina, agotadora y sucia precampaña, cuando las estadísticas anuncian la debacle para unos y la gran victoria para los adversarios, escuchando a los primeros Ruperto repetía con pleno conocimiento de causa la conocida frase: “Es que tienen más moral que el Alcoyano”.

Y preguntándose a qué era debida tanta moral no se le ocurría nada mejor que reconocer que a fin de cuentas eran actores y tenían que actuar según apuntaba el guión.

Con lo cual conseguían transmitir moral a los suyos, y así que no decayeran los ánimos de los seguidores – y probablemente para que tampoco decayeran los propios.

Pero esto último tal vez no era necesario. Eran profesionales y sabían su cometido: embaucar a la muchedumbre y hacerles creer que iban sobrados de moral.

Igual que los adversarios que al margen de las estadísticas nada seguro tenían, y sin embargo, salían a escena mostrándose con la moral alta, altísima, seguramente con las mismas intenciones de transmitir a los suyos evidencia, infalibilidad, y no por último convencerles para mantener la moral bien alta.

Eran las reglas del juego. Es decir, lo importante era la escenificación. Porque al igual que el buen actor, que sabe que al espectador le importan tres rábanos los problemas particulares que puedan estar machacándole los sentimientos y por eso se espera de él que en escena interprete al personaje en cuerpo y alma, el político actúa bajo las mismas condiciones que no son otras que mostrarse como el primer convencido.

A fin de cuentas, sus ingresos en la oposición tampoco son a despreciar.

viernes, 23 de septiembre de 2011

LA CRUZ EN LA BANDERA (Salvador Moret)

Allá por los años sesenta, cuando la aviación civil comenzaba a ser asequible a la gran población y volar pasaba de viajar solamente los millonarios a volar por millones, hubo un incidente internacional que para gran parte del mundo pasó desapercibida.

Era la época de la guerra fría que enfrentaba a las dos potencias capaces, cada una de ellas por sí sola, de destruir el planeta unas cuantas veces. No existían más amenazas que pudieran asustar a la población. Claro que ya era suficiente con esas dos.

Pues, en esa época que el mundo tenía puesto los ojos en ese peligro potencial tan a flor de piel, es comprensible que el incidente protagonizado por Suiza en su parte pasiva, y países del Medio Oriente en la parte activa, pasara inadvertido. El suceso fue de corta duración, pero agudo. Al menos para los implicados.

Estos países prohibieron a la compañía de bandera suiza aterrizar en sus aeropuertos mientras la Swissair no eliminara la cruz de sus aviones. Hay que recordar que la bandera suiza consta de una cruz blanca sobre fondo rojo.

Presiones de una y otra parte, y muy a regañadientes, los musulmanes aceptaron que la cruz se posara en su suelo, y el incidente pronto pasó al olvido.

De eso hace ya muchos años. Entretanto, el mundo es otro. Las dos potencias que entonces mantenían la amenaza constante de la destrucción masiva, hoy se han apaciguado. En cambio han surgido otras fuerzas que tomando el relevo de aquellas, continúan amenazando la paz del mundo.

Y la cruz sigue siendo el centro del conflicto, pero con más virulencia que entonces.

Ahora nos desayunamos en que un pequeño grupo de musulmanes residentes en Suiza exigen que el país helvético cambie su bandera, porque dicen que es una ofensa para ellos tener que soportar constantemente la cruz ante sus narices.

La arrogancia de esta gente es inaguantable. Y sus exigencias fuera de lugar, por supuesto. Y que lleguen a Europa hambrientos y buscando sobrevivir, para que al poco tiempo afloren con semejantes reivindicaciones, aparte de mala educación, demuestran la ausencia de gratitud.

¿Y qué hacemos nosotros para contrarrestar tanta insolencia? Nada. O bien poco. ¿Y nuestras autoridades, hacen algo para acallar ese descaro?

El día menos pensado, estos que se sientes ofendidos por tener que soportar la cruz nos impondrán sus leyes, por las buenas o por las malas.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

DESCONCIERTO (Salvador Moret)

- No puede ser cierto eso que anuncian los periódicos – decía Diógenes bastante contrariado.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Pablo un tanto intrigado – porque dicen tantas mentiras…
- ¡Hombre, a qué me refiero! Pues a esos millones que se gastan los ayuntamientos y comunidades autónomas superfluamente, y que dicen nos están endeudando para no sé cuántos años y que tendremos que pagar durante generaciones con constantes subidas de impuestos.
- ¡Ah, te refieres a eso! Pues créetelo, porque por una vez que aciertan, merecen nuestro reconocimiento.
- Pero, ¿es que no hay nadie que les ponga freno?
- El freno son las leyes, si las cumplieran.
- ¿Y por qué no las cumplen?
- ¡Ah! ese es el secreto. Y por eso, por ese mismo secreto hay tanta gente dispuesta a ingresar en la política.
- ¿Para averiguarlo?
- No, hombre, no. No seas ingenuo. Quieren entrar en política para disfrutar las mieles de ese secreto.
- Pero, ¿tú te lo explicas? El gobierno no hace más que anunciarnos los momentos difíciles que atravesamos; que hemos de asumir menor calidad de vida en el futuro inmediato porque no podemos permitirnos vivir como vivíamos hasta ahora; que reducen los salarios a los funcionarios; que muchas empresas tienen que cerrar por no poder pagar a sus empleados; que congelan la pensión de los jubilados; que mucha gente tiene que mal vivir porque no les llega el salario a fin de mes; que muchos otros lo tienen peor porque no tienen ingresos y viven a expensas de la caridad… y con todo eso y más que no me acuerdo, ¿tú crees que es justo que esos que deberían dar ejemplo son los primeros en no cumplir la ley?
- Esos que dices tú, evidente que fueron los primeros en saltarse las reglas del juego y no cumplir la ley. Lo peor, sin embargo, será que acabarán siendo los únicos, porque a los demás no nos quedarán posibilidades para infringirla.

lunes, 19 de septiembre de 2011

OTRA VEZ LAS VOTACIONES (Salvador Moret)

En realidad desde la última llamada a urnas, y desde la anterior, y desde las otras previas, los que vemos el telediario regularmente sabemos que nuestros políticos están siempre en campaña. (Cabría preguntarse si alguna vez han pensado que cobran para resolver los problemas que a diario van surgiendo en la sociedad, tanto los de dentro de nuestro país como los que nos afectan allende nuestras fronteras).

Es sabido que después de esos teatros que montan con apariencias de enfado y trazas de ir a degüello unos contra otros, cuando los reporteros han guardado en la funda sus cámaras y objetivos, los muy enfadados se van juntos a tomar unas copichuelas contentos de haber cumplido con su trabajo, que no es otro que alimentar el morbo de sus seguidores.

Por eso, para mantener esa imagen, se pasan la legislatura insultándose unos a otros, mintiendo, desdiciéndose… (Eso en público, que después, con el gin-tonic en la mano se apresuran a disculparse de su intervención subida de tono para que el espectáculo tenga visos de realidad) ¡Y la de tonterías que dicen! Tantas como barbaridades. Y hay temporadas, como ahora que se acercan otra vez las votaciones, que parece que jueguen al yo más. Las propuestas parecen una subasta a la inversa. ¡Nosotros regalaremos el pan! – gritan unos. Pero los otros no se quedan mancos. ¡Nosotros regalaremos el jamón y el queso! A lo que los unos vuelven a contra ofertar con una entrada de cine gratis, y los otros, que no quieren ser menos echan la casa por la ventana y pasan a ofrecer la elección de la película. Y así se pasan los días. Claro que entre medias colocan alguna que otra puya, para que los seguidores de los unos y de los otros tengan un fondo para enzarzarse en acaloradas discusiones.

Naturalmente, tanto los unos como los otros, ponen el máximo calor en sus frases a sabiendas que sus seguidores son tontos, que es lo mismo que decir olvidadizos. Porque de todo lo que ofrecen, aseguran, garantizan y prometen durante los cuatro años de precampaña no piensan cumplir nada, y también saben que nadie les pedirá cuentas de todo aquello que ofrecieron, aseguraron, garantizaron y prometieron y no cumplieron.

Y lo más curioso será que todo lo que criticaron los unos de los otros y éstos de los unos, todo lo que se reprocharon mutuamente, será lo único que pondrán en práctica los que salgan con el mayor número de papeletas.

Y como también es sabido que así es como suceden las cosas, podrían ahorrarnos el bochorno de querer hacernos ver en estos últimos cuatro meses que se desviven por el pueblo.

domingo, 18 de septiembre de 2011

EGOCENTRISMO (Salvador Moret)

Las vacaciones tocaban a su fin. La vida en la ciudad retomaba la animación habitual, nada agradable, por cierto, con su ajetreo enloquecedor, los empujones, las colas, el ruido, el tráfico.

Florencio, que este año se había permitido alejarse durante tres meses de ese barullo, lamentó enseguida sus ansias de volver. Sí, porque cuando todavía le faltaba un mes para el regreso, ya estaba deseando volver. Se aburría, decía. Pero también se aburría antes de irse de vacaciones, por eso las planificó para pasar tres meses en otros parajes lejos de casa. Seguramente pensó que su visión del mundo, sus creencias, sus deseos y todo lo que se relacionaba con su persona y su sentir iban a cambiar por el simple hecho de cambiar de lugar.

Hacía dos semanas de su regreso y ya estaba añorando volver a marcharse.

Florencio, su proceder no dejaba lugar a dudas, era de esas personas que ven siempre la zanahoria al alcance de la mano pero nunca la alcanzan, porque cuando alargan el brazo la zanahoria se desplaza otro tanto.

Era el segundo verano tras su jubilación. El primer año, todavía entusiasmado con la de cosas que tenía que hacer, se quedó en casa. Creía que le faltaría tiempo para terminar todo lo que tenía pendiente de solucionar. Pero no fue así.

La jubilación le llegó en junio, y calculó que hasta Navidad no habría terminado con sus quehaceres. Se equivocó. A mediados de julio ya no sabía cómo emplear el tiempo, y ya metidos en agosto comenzó a aburrirse. Demasiado tarde para organizar un viaje de vacaciones – se dijo. Pero al mismo tiempo se planteó no repetir la experiencia al año siguiente.

Se iría todo el mes de agosto. Seguro que será suficiente – pensaba. Pero pasó el invierno aburridísimo, malhumorado, sin iniciativa para enfrentarse al mínimo reto y en abril comenzó a pensar que un mes de vacaciones sería poco. Y como seguía sin soportar la languidez de los días, cambió sus planes. Dos meses. Sí, se iría dos meses. En mayo ya no aguantaba más, así que decidió marcharse en junio. ¡Por fin! A Florencio le pareció que el inicio de las vacaciones era la misma felicidad.

Pero pronto comenzaron a hacérsele largos los días. También en vacaciones. Estaba decepcionado y deseando volver a su casa.

Y Florencio, que no tenía amigos, que apenas reía, que nunca se ocupaba de lo que no fuera su persona… se extrañaba de tener que vivir en ese ostracismo y sin alcanzar la tranquilidad espiritual.

Nadie le había dicho nunca que pensar en los demás ahuyenta los demonios interiores.

sábado, 10 de septiembre de 2011

LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA (Salvador Moret)

Todavía los hay que comparan la doctrina comunista con la doctrina cristiana. Pero no tanto como en otras épocas, cuando era la comidilla de cada día. Era una teoría que pretendía equiparar los principios de las dos doctrinas, siempre perfectas, hay que reconocer. Las doctrinas, claro.

Pero como todas las modas tienen sus ciclos a aquella también le llegó la decadencia, y ahora a excepción de algún nostálgico, casi nadie habla de ello.

Es posible, no obstante, que si no se habla más de ese tema sea también porque muchos de aquellos que propagaban la equiparación, les conviene más callar.

Porque muchos de la pancarta y contra los ricos de entonces, que con el paso de los años han acumulado bienes y viven a cuerpo de rey en una gran mansión en la ciudad, poseen otra en la costa, otra más en el bosque, varios coches de alta gama, algún yate de muchos metros, y algunas joyas más que saltan menos a la vista, es comprensible que por tradición sigan declarándose de pensamiento comunista, pero por vergüenza procuren alejarse de esos círculos, o al menos, no aparecer demasiado en público.

Para aquellos que piensan un poco y no se dejan llevar por la pasión ciega, estos personajes son la decepción, porque con su proceder confirman que no existen ideologías puras, sino envidia y rencor hacia los que tienen lo que también a ellos les gustaría tener.

Por lo tanto, queda meridianamente claro que una cosa el la teoría y otra muy distinta la práctica.

Sucede otro tanto con la doctrina cristiana. Es muy fácil llamarse creyente, buen cristiano, católico practicante, y cosas así. Pero si los ejemplos no acompañan a las palabras y lo que esa gente lo que muestra en realidad es la avaricia, el egoísmo, la acumulación de bienes, y como resultado las obras de caridad que practican se limitan a repartir alguna que otra migaja de lo que les sobra, no será extraño que nadie crea lo que dicen.

Irremisiblemente, estos personajes son la gran decepción de los humildes.

Tal vez sea cierto aquello que se dice de que los extremos se tocan.

jueves, 1 de septiembre de 2011

LOS FONDOS MONETARIOS (Salvador Moret)

Se oyen estos días muchas voces reivindicando nuestra autonomía. Que qué es eso de que nos marquen el paso desde Alemania.
Y curiosamente, a quienes más se les oye son a aquellos a quien España y quien la fundara les trae al pairo.
Hemos estado más de veinte años construyendo vías de comunicación de la más diversa condición por todo el país: carreteras, autopistas, ferrocarril. También hemos adecentado la gran mayoría de nuestras ciudades, y también hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades durante todo ese tiempo.
Y mientras tanto pocos se preguntaban cómo era posible el milagro. Que es lo que suele suceder cuando las cosas van bien, que nadie pregunte quién paga la ronda.
Pero, claro, nada es eterno, y el maná comenzó a menguar sin que nadie quisiera aceptarlo. Era más práctico mirar hacia otro lado y seguir viviendo a cuerpo de rey… aunque no fuera para todos por igual.
Y ahora vienen los acreedores y nos enseñan las facturas, que naturalmente nos cuesta aceptar. Y cuestión coincidente en todos los morosos: nos hacemos los remolones y buscamos las excusas propias del mal pagador.
Con eso creemos que engañamos a alguien, y resulta que los únicos engañados somos nosotros mismos, porque los acreedores siguen llamando a nuestras puertas, cada vez apretando un poco más las tuercas, hasta que se ponen exigentes, los muy avaros.
¡Y hasta ahí podríamos llegar!
¡Que se metan es su casa! – gritan unos. ¡Somos un pueblo soberano y nadie tiene por qué decirnos lo que tenemos que hacer! – vociferan otros.
Eso sería justo si no estuviéramos en deuda.
¿Deuda de qué?
De los miles de millones que han estado bombeando durante más de veinte años para que nosotros construyéramos ese AVE, esas autopistas, esa puesta a punto de nuestras ciudades, ese crecimiento que creíamos inacabable…
¡Ah, que usted creía que eso era obra del Espíritu Santo! ¡Vaya por Dios! Pues, no. No era el Espíritu Santo como tampoco fueron nuestros gobiernos los que llevaron a cabo el auge de los últimos veinte años. Éstos recibían el dinero y nos hacían creer que eran ellos los que hacían el milagro. Y nosotros lerdos que somos, creíamos que así era, que teníamos unos gobernantes muy capaces.
Y así habríamos seguido, en la inopia o mirando hacia otro lado si no nos hubiera sorprendido la crisis que nos ha hundido el chiringuito.
Y ya se sabe, donde no hay harina todo es mohína.

martes, 16 de agosto de 2011

EL PEREZOSO

Sonó el despertador a las seis y media, como cada día, y sin abrir los ojos y con gesto de fastidio, Lorenzo alargó el brazo y apretó el botón. El tintineo dejó de sonar.
Tenía tiempo hasta las siete, por eso ahora comenzaba la mejor media hora del día. A Lorenzo le gustaba recrearse unos minutos antes de levantarse. Decía que era la puesta a punto que le permitía tomar fuerza para después poder enfrentarse al día con arrojo.
Y dejaba vagar su imaginación en las más variopintas direcciones, saboreando los minutos que todavía le quedaban hasta la hora de levantarse. A veces se quedaba a duermevela y se despertaba pasadas las siete. En esas ocasiones el día comenzaba trastocado, y el grado de mal humor dependía de los minutos excedidos de las siete.
Pero quedarse adormecido no era el único motivo de sus retrasos, ni mucho menos, éste era el que menos. El que más era que cuantos menos minutos quedaban para las siete, hora límite para no llegar tarde al trabajo, mayor era el apego a las sábanas, y entonces hacía sus cálculos: me quedo quince minutos más en la cama y en vez de ir en el metro, hoy tomaré el coche.
Y tranquilizado, se dispuso a soñar aventuras quince minutos más.
Siete horas y quince minutos, y Lorenzo hacía intención de levantarse. Pero, ¡qué penoso era eso! Y dándose nuevamente la vuelta, deliberaba: ¿por qué levantarme cuando puedo tomar un taxi? ¡Y es que se está tan bien en la cama! Y se envolvía otra vez con las sábanas. Sí, hoy tomaré un taxi y los quince minutos que tardo en buscar aparcamiento mejor pasarlos en la cama.
Y tranquilizado de nuevo, pasó a soñar aventuras otros quince minutos.
Pero el tiempo es implacable. El reloj cumple el minuto, y a continuación comienza el siguiente, y a continuación el siguiente, y así uno detrás de otro, lentamente, pero sin pausa, llueva, haga calor o haga frío. Y a Lorenzo le vencieron los últimos quince minutos. Qué castigo.
Sin embargo, él no estaba hoy por la labor. La cama era su remanso de paz, donde se sentía más a gusto, y protegido, y como durante esta semana todavía no había faltado al trabajo, optó por no ir hoy. Llamaría y se excusaría con un fuerte dolor de cabeza.
Lorenzo de quedó dudando. ¿Dolor de cabeza…? Sí, creo que la semana pasada dije que me dolía el pecho… la anterior que tenía cita con el medico… la anterior que tuve que ir a un entierro… Sí, lo del dolor de cabeza esta bien, que ya hace mucho tiempo que no me duele.
Y Lorenzo se quedó todo el día en la cama recreándose en sus aventuras imaginarias.

miércoles, 10 de agosto de 2011

EL PAPA EN MADRID

Todavía no ha llegado, pero falta poco. El tiempo justo para que todos aquellos que quieren mantenerse en la cresta de la corriente actual se preparen para su recibimiento, que no es otro que poner trabas e inconvenientes para que quede constancia y el mundo entero sepa que aquí disfrutamos de libertad.

Los sindicatos ya han anunciado huelga en el metro – sin esclarecer muy bien el motivo de la queja, aunque todos lo conozcamos. Han anunciado también huelga del personal de tierra en el aeropuerto.

Poder discrepar, no importen los métodos a emplear, es signo de libertad.

Dos sectores clave para que los trescientos mil, ochocientos mil o tres millones de seguidores que durante la visita del Papa llegarán a Madrid encuentren ya en los primeros contactos dificultades, y posteriormente el máximo de apuros para sus desplazamientos por la capital.

¿A quién se quiere incordiar tomando estas medidas? ¿Al Papa o a sus seguidores? ¿A ambos? ¡Ah! que se quiere dejar constancia de que aquí disfrutamos de libertad. Vale.

¿Habrán pensado los profesionales de la zancadilla en la imagen que esos visitantes se llevarán de Madrid? ¿Habrán tenido en cuenta el dinero que esos mismos visitantes podrían dejar en las arcas del comercio de Madrid?

Probablemente, no. Y a lo mejor ni les importa. Lo cual sería triste, porque se podría especular que estos sindicatos no piensan en los suyos.

Y si es el caso contrario, es decir, que sí lo han tenido presente y no obstante no reparan en obstaculizar el movimiento normal de los visitantes, significa que los sindicatos actúan con mala fe… y continúan sin pensar en los suyos, porque en ambos casos perjudican a los que temen perder su puesto de trabajo, y por supuesto a los que lo están buscando.

Solamente por los aspectos terrenales, o sea, los beneficios que Madrid puede recibir por la llegada de esa multitud, los que aquí vivimos deberíamos ponerles la alfombra roja. Pero los hay que cuanto peor, mejor.

Tal vez si en vez del Papa, que llega con la cruz, llegara otra personalidad con la Media Luna, el recibimiento sería más acorde con el respeto que merece cualquier hombre de estado.

Así de justos e imparciales somos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

LA HISTORIA DESFIGURADA

Hacía años que Isaac no escribía nada sobre la guerra civil.

- Es tanto lo que se ha escrito y tan distorsionado – decía – que me aburre.

Y así dejó pasar el tiempo desoyendo las exageraciones que se decían. Él, que era ahora un anciano, presumía de recordar su niñez con suficiente lucidez como para discrepar de todas las aberraciones que se vertían en periódicos y tertulias. ¡Qué de sandeces tenía que oír! ¡Y qué modo de confundir a la gente!

¿O simplemente era mala intención?

Ante la duda, y cansado de escuchar tanta desproporción, se planteó aportar su propia visión de los acontecimientos, considerando que como testigo de excepción, su versión sería bien acogida y pondría freno a los despropósitos que precipitaban a la historia por caminos de engaño.

Craso error el suyo. Isaac había dejado pasar demasiado tiempo y ahora la gente ya no distinguía el original de la copia.

Por eso, cuando él levantó la voz y quiso convencer a la gente de que sus experiencias como testigo de la realidad discrepaban tanto de lo que la mayoría ya asumía como verdad, se enfrentó a ese fenómeno que se conoce como que no hay una sola verdad.

Ya podía gritar que el origen de la guerra fue, más que de ideologías, oportunidad para desquites personales, envidias familiares, venganzas largos años guardadas en el fondo de los corazones, odios almacenados en el desván de los antepasados… la gente sentía necesidad de saldar rencores ancestrales. Y también otros más actuales.

Esa era la visión que Isaac guardaba de su niñez y así lo publicaba, pero, pobre, nadie le hacía caso y hasta, entre pitos y chascarrillos sobre su desfase de la realidad, la gente, como mal menor, acabó atribuyéndole senectud.

Isaac volvió a su estado pasivo y dejó de escribir, esta vez descorazonado.

- Yo creía que a mi años ya no me quedaba nada más que aprender sobre la condición humana – reflexionaba el anciano – pero cuán cierto es aquello de que nunca es tarde, porque aunque parezca increíble, a mi edad he aprendido la mayor lección de mi vida.

No se enfureció Isaac por la decepción. A su edad era suficiente inteligente para aceptar los desengaños con elegancia. A fin de cuentas, la de ahora era una faceta más del comportamiento del hombre, que prefiere aceptar como verdad lo que mejor se adapta a su estado pasivo. ¿Para qué pensar?

viernes, 29 de julio de 2011

EL JEFE DE TREN

Alfredo se estremecía cada vez que observaba la conducta del empleado del metro en ese trayecto de una sola estación que va de Príncipe Pío a Ópera y vuelta.

Cuando el tren llegaba a Príncipe Pío, el hombre salía de su cabina y con gran parsimonia, tras cerrarla, se dirigía al otro extremo del convoy y, lentamente, tomaba posesión del puesto del conductor. Menos de un minuto de espera y, tras el silbato, el tren tomaba velocidad adentrándose en la oscuridad hasta Ópera, donde repetía la operación de cerrar la cabina y lentamente arrastrarse hasta el otro extremo del convoy. Y vuelta a empezar.

Así, un montón de veces al día. Y Alfredo, que encontraba este trabajo repetitivo, monótono, aburrido, escaso de estímulo y de nulo interés, poco edificante y, en suma, desmoralizante, pensaba que este hombre debía de tener un concepto de la vida bastante lastimoso. Y no era para menos.

Nunca hablaba con nadie. Solitario. Encerrado en su aislada cabina y adentrándose en la boca oscura que lo engullía cada cinco minutos, sin más norte que los tenues reflejos de los faros de la máquina.

Alfredo consideraba que este trabajo era aún peor que aquellos de hace algunos años, tan denostados entonces y que ahora, por costumbre tal vez, ya se aceptan como mal menor, llamados trabajos en cadena.

Mientras Alfredo observaba al conductor del tren y reflexionaba sobre su labor, caía en la cuenta que éste no era el único trabajo condenado a la monotonía y el automatismo, y por ende a la falta de expectativas. Y comenzó a enumerarlos, así tal cual le venían en mente. Pronto perdió la cuenta, y comenzó a inquietarse. Pero, ¿es posible? – se preguntaba Alfredo ya casi con temor – ¿Cómo es posible que existan tantos empleos que no ofrezcan estímulo? Eran muchos más que los que ofrecían al empleado un cierto atractivo.

Y Alfredo se apresuró a buscar atenuantes para que su disgusto no fuera a más y que su conciencia quedara medianamente tranquila. Encontró algunos, claro está, pero ninguno le convencía. Que si era el ritmo de la sociedad actual; que las especialidades se imponían pensando en beneficio de la sociedad; que alguien tiene que hacer los trabajos por ingratos que éstos sean…

No viendo mejor solución, siguió observando al jefe de tren y para su consuelo pensó que todavía hay más empleos mucho más ingratos, sucios y peligrosos que el suyo, y encima son también monótonos, aburridos y sin estímulo alguno.

sábado, 23 de julio de 2011

LOS JUDÍOS

Amador, siendo pequeño, nunca entendió por qué la iglesia española proclamaba que Israel era el pueblo elegido de Dios y al mismo tiempo lo despreciaba. Tanto era así que España no reconocía el estado de Israel. Amén del destierro, persecuciones y más tropelías contra el pueblo amado de Dios.

Un día, alguien le dijo a Amador que el odio a los judíos venía de lejos, desde que los mismos judíos crucificaron a Jesucristo. La explicación le pareció pueril.

Siendo mayor, Amador se interesó por conocer algún motivo más contundente, y lo que consiguió averiguar fue que en toda Europa los judíos nunca fueron bien vistos y, limitados a ejercer trabajos de tercer orden, tenían prohibido hasta relacionarse con otros sectores de la sociedad. Tal vez en España encontraron más permisibilidad que en otros lugares de la Europa medieval, pero ¡Ah! llegó la hora de la iglesia con la temida Inquisición y el odio hacia los judíos fue precisamente en España donde más se desplegó.

Amador comprendió entonces aquellas aberrantes costumbres de juventud cuando antes de llegar a las manos, con rabia contenida los chavales se lanzaban el insulto que más ofendía al enemigo, que no era otro que llamarle perro judío.

Pasaron algunos años y Amador creyó advertir que los nuevos tiempos atemperaban la razón, y la relación con el pueblo de Israel se normalizaba. España reconocía el estado de Israel, se abrían cauces diplomáticos y vías comerciales; ya no se insultaba con aquellas despreciables frases de perro judío, y semejaba que desaparecía aquel odio ancestral que siempre nos acompañó en todo lo que tuviera que ver con el pueblo elegido de Dios.

Vana ilusión. Amador observaba actitudes que decían lo contrario de lo que proclamaban las voces oficiales, y acabó reconociendo que habían sido demasiados años de antisemitismo anidando en los corazones de la gente como para que en pocas horas lo pudieran desterrar.

Lo curioso era que habían cambiado las posiciones. Ahora la iglesia española no se pronunciaba en contra de los judíos, y la sede central de Roma reconocía también el estado de Israel abriendo sedes diplomáticas en sus respectivas capitales, se hacían visitas oficiales y se intentaba subsanar los agravios del pasado.

Los que ahora se declaraban antisemitas eran los modernos, los progresistas, los opositores al régimen anterior, ignorando el tesón que éste tan odiado régimen puso en aborrecer a los judíos durante toda su vigencia.

A Amador le parecía una contradicción, pero ya estaba acostumbrado a vivir con el mentís, y sabía que a nosotros con tal de odiar a alguien, no nos importa quién.

domingo, 17 de julio de 2011

LOS PÍCAROS

Decir a estas alturas que la picardía forma parte del sentir español no es descubrir nada. Lo curioso, sin embargo, es que según la ocasión nos enorgullecemos de ello o nos sentimos ofendidos.

O sea, si pensamos en El Buscón o en El Lazarillo de Tormes, por ejemplo, pasamos enseguida a presumir de las letras españolas, de nuestros antepasados y todo eso. Pero si alguna de nuestras eminencias actual comete una barrabasada y no abandona su cargo, y encima de forma chulesca desafía a quien se lo recrimina, naturalmente nos enfadamos con esos que nos representan.

(Admitamos que según el color los habrá que verán bien ese acto picaresco, pero eso, como decimos, depende del color)

Y, nos guste o no, queramos admitirlo o no, el hecho es que se ha consumado la bribonada.

Reímos cuando leemos las travesuras que nos cuentan los clásicos, pero ante las actuales fechorías, unos cierran los ojos y hasta se alegran, y otros se enfurecen. Y pocos lo ven como un acto picaresco.

Y eso que los pícaros actuales son más dañinos que los antiguos. Pero tal vez como éstos quedan tan lejos y fuera de nuestro alcance... o lo que es peor, como nos han enseñado a reír esas gracias que exhibe el ingenio del provocador, seguimos riendo de buena gana sin reparar en las consecuencias del perjudicado. Y nos quedamos tan contentos.

Porque, que el lazarillo le diga al ciego que salte la acequia para que se dé de frente contra el muro, es una insignificancia comparada con un caso Faisán, Gürtel, Nerca o un Gandón cualquiera.

jueves, 7 de julio de 2011

DESMORONAMIENTO

Hasta a José María, un tipo que no hablaba nunca de política ni escuchaba tertulias y solo le ocupaba la marcha de su equipo de fútbol, no se le escapaba el rosario de escándalos que diariamente saltaban a primera plana.

No podía evitarlo. Por todas partes se oía lo mismo. Sus compañeros de trabajo no hablaban de otra cosa. En el autobús era el tema de cada mañana…

Él sabía que en esta época de vacaciones el tema del fútbol inverna. Era así todos los años. Tal vez por eso, pensó, la gente habla más de otras cosas.

Pero pronto su amigo Juan le sacó del error.

- ¿Pero en qué mundo vives, José María? Es que no te enteras. ¡Pero si esto es el desmadre! ¿No has oído lo del director de AMP? ¡Hombre, pero si clama al cielo! La policía ha descubierto un desfalco de casi mil millones de euros. Y todavía están investigando, lo que significa que pueden ser muchos más.
- ¿Pero es posible – se asombraba José María – que personas en esos puestos de tanta responsabilidad, y que ya tienen ingresos envidiables, y que se supone son el ejemplo para el resto de la sociedad, caigan tan bajo?
- ¡Ay, José María, parece que no vivas en este mundo! Seguramente tampoco habrás oído nada sobre la ministra…
- Sí, eso lo escuchaba esta mañana viniendo al trabajo, pero no me he enterado muy bien. Algo con sus familiares, parece ser.
- ¡Efectivamente! Otro escándalo del mayor descaro. Prepotentes que son ellos, porque resulta que desde que accedió al ministerio ha colocado a toda su parentela en el ministerio. No existe un solo despacho que no lo ocupe un hermano, un sobrino, un tío… y hasta algunos antiguos vecinos de su pueblo ha colocado no se sabe muy bien para hacer qué.
- ¡Ah, eso era lo de la familia!
- Y lo del presidente de tu equipo de fútbol, ¿tampoco lo conoces?
- No. No sé a qué te refieres.
- Bueno, eres el colmo. El equipo de tus amores y no sabes las andanzas de su presidente. Sí, hombre, sí. Don Ismael, ese que cuando habla parece un santo, cuya aparente santidad no impedía que desviara millones a sus cuentas privadas en cada una de las transacciones. O sea, en cada compra y venta de los jugadores. Un vivo, y no un santo, es el tío.
- Oye. Por lo que cuentas, esto es un desmoronamiento total del país.
- Sin lugar a dudas. Y eso que nosotros solamente hemos tratado dos o tres casos como ejemplo, pero si entráramos en detalles nos asustaríamos, porque ni yo los conozco todos.
- Pues, mira que yo.

lunes, 4 de julio de 2011

IDIOMAS

A Jacinto se le había vuelto gris el futuro. Gris plomo. No es que tuviera recuerdos de los últimos tiempos muy halagadores, pero iba tirando. Ahora se le había acabado el paro y para llegar a fin de mes se las veía y no se las prometía.
- ¿Qué te pasa, Jacinto? Te veo muy preocupado. No será por lo del trabajo, ¿no?
- Pues, sí. Precisamente por eso estoy preocupado y cabreado.
- ¿No te salió bien la última entrevista?
- Me salió bien, pero al parecer, entre los trescientos veinticinco que nos presentamos no fui el mejor.
- ¿Cómo es eso posible con lo bien preparado que ibas?
- Pues, aun así.
- Me dejas de piedra, chico. Dos licenciaturas, estudios en el extranjero, tres idiomas, experiencia de seis semestres… ¿A qué puesto dices que te presentabas?
- Para cajero en un gran supermercado.
- Jo, tío, qué exigentes.
- Pues, ya ves. Pero, no creas. Es así en todas partes. Tú tienes suerte. Como te enrolaste de pintor con tu padre, no sabes lo complicado que es buscar un empleo.
Entre penas y lamentos se marcharon cada uno a su casa, pero por la noche Jacinto recibió una llamada de su amigo.
- Oye, he estado pensando. ¿Por qué no te arrimas a la política? Puedes decir que no sabes nada, que no has cursado estudios. Y no se te ocurra decir que sabes idiomas. Y seguramente, en estas condiciones enseguida te asignarán un cargo. Pero, eso sí, insiste que tu experiencia es escasa, que apenas has estudiado y que nunca estuviste en el extranjero, porque si te presentas con tus verdaderas credenciales, probablemente te consideren uno de esos que no sirven para gran cosa y no te ofrezcan ni un cigarrillo.
- Pero…
- Sí, hombre, sí. No te preocupes. Mi padre dice que lo tienes chupao, que en esos círculos cuanto menos sepas más posibilidades.
La idea no le convencía mucho a Jacinto, pero por probar… igual un día llegaba a ser presidente de la nación.

domingo, 3 de julio de 2011

LA REALIDAD EN ABSTRACTO

Ante esa expresión tan usada en los corrillos y tertulias de que los que no sirven para otra cosa se adentran en la política, hay pocos que se resistan a reír, y muchos menos que no encuentran la máxima acertada.
Pero acto seguido, curiosamente, de entre los que han reído la gracia y en su fuero interno la han asumido como acertada, salen algunos y nos dicen que no todos son iguales, que hay excepciones, que los hay que luchan por cambiar los aspectos sucios de la sociedad.
Uno no puede menos que preguntarse en qué se basan para mantener esa opinión, porque tozudamente, la realidad nos muestra una y otra vez que cuando cambian los políticos, incluso entonces, no cambia nada.
Y en el caso de aceptar que algunos de esos que se arriman a la política lo hacen con la sana intención de mejorar las cosas, inmediatamente surge la pregunta: ¿por qué no lo hacen?
- Es que no los dejan – responde alguien de esos que siempre están dispuestos a lavar las ropas de los demás.
- ¿Quién no les deja?
- El capital, que lo domina todo y es el verdadero causante de todos los males de la sociedad.
- ¿Qué tiene que ver el capital con una mente ansiosa por hacer el bien?
- Los compromisos que se han visto obligados a tomar previamente.
- O sea, que sin ese odioso capital no habrían alcanzado la cima.
- La habrían alcanzado igual, y sin esa dependencia que tan cara resulta posteriormente.
- Algo complicado de entender. ¿Acaso les ha obligado alguien a arrimarse a los feudos del capital?
- La necesidad. Hasta el más tonto sabe que sin capital no se puede emprender nada.
- También el más tonto sabe que las deudas hay que pagarlas.
- Pero es injusto que traten igual a alguien que quiere mejorar la sociedad que a quien solo piensa en enriquecerse montando un negocio privado.
- O sea, ese que se introduce en la política porque quiere mejorar la vida de los demás, no piensa en mejorar la suya y por eso se acerca a la política.
- Así es, pero las instituciones, dominadas por el capital, son círculos cerrados y no dejan meter las narices a los advenedizos.
- Ese con tan sanas intenciones, ¿no será que también quiere pasar a ser uno más de los que forman las instituciones?
- No. ¿Qué necesidad tendría?
- La del capital.
- Para eso se acerca a la política.
- Y así podrá pagar más cómodamente las deudas.
- Es posible.
- Es seguro.

miércoles, 29 de junio de 2011

LA JUSTICIA ¿LA JUSTICIA?

Que la justicia en España no es igual para todos es algo conocido. Isaac, hombre octogenario, siendo pequeño ya lo oía decir a los mayores. O sea, que la cosa viene de lejos.

Fue siempre así en este país de cainitas. No somos racistas, gritaban todos en épocas todavía recientes. Tal vez entonces todavía no teníamos ocasión de pecar, lo que no tardó en demostrarse que sí lo éramos. Pese a que casi todos siguen negándolo.

Pero éramos clasistas. ¡Ah! eso es otra cosa – se defienden. Y también lo niegan. Y los hechos les delatan.

Lo de las clases lo llevamos en los genes. Y bien que lo mostramos con nuestros gestos y actitudes. Aunque nadie lo acepte y todos lo nieguen.

No hace falta ser un gran observador para darse cuenta de ello. Lo vemos a diario en el metro, en la panadería, en el banco, en el ascensor… es una constante en nosotros que de tanto practicarla hemos llegado a aceptarla como algo propio y natural. Es nuestra idiosincrasia. Por eso no nos damos cuenta.

Por lo tanto no nos alarmemos si los que se mueven en los círculos de la ley miran al resto de los mortales con indiferencia, cuando no con menosprecio. Claro que también nosotros los miramos a ellos con ese mismo desprecio.

Y lo mismo sucede con los políticos, y con…

Sí; no hay gremio que se salve. Hemos logrado invertir las posiciones y nos hemos adaptado perfectamente al medio. Isaac lo explica así: el ahorrador lleva el dinero al banquero para que éste se lo guarde, y sabe que con su dinero el banquero hará grandes negocios a cambio de una pírrica compensación para el ahorrador. ¿Y cómo trata el banquero al ahorrador, a pesar de que gracias a éste puede hacer grandes negocios? A patadas.

Igual sucede con los proveedores, tanto del gas, teléfono, electricidad. Como se han invertido los términos, se olvidan que gracias a los recibos que religiosamente abona el consumidor, esas compañías subsisten. ¿Y cómo son tratados los consumidores? Con desprecio.

Y cuando el maltratado acude a la justicia, entonces es cuando se percata de que la justicia no es igual para todos.

¡Ay, qué bien para los que tienen padrinos!

Siempre hubo clases, se decía y se sigue diciendo, y si no, recuerde usted la maldición: en juicios te veas aunque los ganes. Unas clases lo sufren. Otras no.

domingo, 26 de junio de 2011

LA ACTUALIDAD

Hoy mismo leo en la prensa: “Es difícil creer que el gobierno, anclado en su visión medieval de los acontecimientos, pueda avanzar en las reformas emprendidas.”

Me adhiero enseguida a la afirmación. Son unas medidas las que ha tomado el gobierno que también yo dudo que vaya a solucionar nada con ellas. Pero, ¡oh sorpresa! Miro el título y la máxima se está refiriendo al gobierno de Marruecos.

No obstante, no me descabalgo y sigo opinando lo mismo… del nuestro.

También hoy, al hojear la prensa me ha llamado la atención que la dirección del CF Barcelona necesita vender para poder comprar nuevos jugadores. Y me asusto de la sensación que recibe mi estómago cuando pienso a dónde hemos llegado con los famosos, que se venden y se compran como vulgares zapatillas fabricadas en China.

No menos alarmante me parece las dos noticias que aparecen juntitas, una al lado de la otra – hay que reconocer que el periódico no puede dejar espacios libres, hasta ahí llego. Pero se me ocurre que, para no alarmar la sensibilidad del lector, las podían haber puesto en páginas diferentes. Una dice que el Real Madrid está dispuesto a pagar por uno de esos famosos la descomunal suma de 78 millones. De euros, claro. La otra nos advierte de que ya son más de 2 millones de españoles que no llegan a fin de mes y que más de la mitad de ellos pasan hambre.

Sigo leyendo y unos espacios más abajo observo que las medidas que tomó el gobierno hace cuatro días escasos – y que nos costó un ojo de la cara ejecutarlas – a partir de pasado mañana dejarán de tener valor y entrará en vigor el sistema anterior.

Me temo que el coste de esta nueva medida nos costará el otro ojo de la cara.

Con los dos ojos estropeados y el bolsillo agujereado ya poco nos puede importar que los gobiernos regionales, esos que hace tiempo se subieron a la parra, hagan caso omiso a las leyes nacionales, se monten las suyas propias, favorezcan a los de su cuerda y machaquen a los de la otra, nos insulten, nos saqueen y encima exijan que les aplaudamos.

Y nos quieren hacer creer que vivimos en una democracia. Y además, floreciente.

sábado, 25 de junio de 2011

LA CRITICA

- Hay que ver lo criticones que somos – decía Cesar a su amigo Joaquín mientras tomaban una cerveza.
- No sé por qué dices eso. Yo no suelo criticar a nadie – respondió éste con cierta indiferencia.
- Eso de que no criticas a nadie vamos a dejarlo. Lo que pasa es que se ha convertido en algo tan cotidiano que ya no nos damos cuenta. Si no lo crees, piensa cuántas veces al día decimos, y además con la mayor naturalidad del mundo, la corrupción que impera en la clase política.
- ¡Hombre, es que son unos corruptos! Y no solamente los políticos. La corrupción anida en la justicia, en las instituciones, en las empresas estatales…
- ¡Efectivamente! Eso es lo que te estaba diciendo – convino Cesar, al parecer queriendo seguir su planteamiento – que criticamos y no somos conscientes de que lo estamos haciendo.
- Para mí que eso no es criticar. Son hechos. Algo que estamos viendo todos los días. Escándalo tras escándalo. Descaradamente… Es que ya ni se ocultan.
- Pues para mí, sí. Eso es criticar. Y en grado sumo – insistió Cesar.
- Bien, como tú quieras – accedió Joaquín sin ganas de seguir discutiendo.
- Me alegra que lo reconozcas, porque así puedo continuar. En realidad, lo que quería comentar es que de la misma manera que criticamos sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo, sucede con el hecho de la corrupción, que vemos lo corrompida que está la sociedad sin percatarnos de que formamos parte de esa misma sociedad que criticamos.
- Sí, pero no me dirás ahora que todos somos corruptos – atacó Joaquín con trazas de sentirse molesto – porque compararnos con esos que se hacen ricos de la noche a la mañana solamente por haber asumido la concejalía de algún pueblo es algo más que atrevido: es exagerado.
- Pues, a mí no me lo parece, y es lo que pretendo hacer.
- Corta, corta, que te estás desmadrando.
- No tanto. Escúchame. La tentación la llevamos todos dentro, y todos hacemos lo que podemos para darle satisfacción y calmarla. Los magnates, esos que se mueven por el mundo con camisa blanca, cuyo sonrosado cuello les rebosa de papada y que viven en el máximo lujo a ritmo de gasto astronómico, no se meten por cuatro perras. Sus operaciones son de escándalo cósmico. O sea, que queda dentro de su nivel. En cambio, un descamisado que apenas gana para llegar a fin de mes, en su mediocridad se limita a robarle a su jefe una herramienta o unos simples botones. Y entre esos dos extremos hay de todo, o, ¿qué entiendes tú cuando, por ejemplo, un empleado le dice a su compañero: Oye, ficha por mí que voy a comprar tabaco e igual me retraso un poco? O quien en horas de trabajo se distrae con el correo electrónico para asuntos privados…
- Mira, Cesar. Creo que te excedes. Eso es llevar la situación al esperpento.
- Es probable. Pero también es más que posible que todo sea cuestión del abuso de la oportunidad, que a mi entender no perdona el sentido de corrupto.
- Lo dicho. Creo que te has pasado unos cuantos pueblos.

lunes, 20 de junio de 2011

IDIOMAS IMPUESTOS

A Lorenzo no le gustaban las imposiciones que preparaba la administración para la formación de los chavales. Tres lenguas como asignaturas en ciertas regiones, el bilingüismo en las otras. Cataluña, con sus propias disposiciones quedaba exenta de estas promociones. Ellos continuaban con el catalán.

A él le parecía bien que se promocionara el conocimiento de alguna lengua extranjera, pero lo de imponer lo rechazaba. Por varias razones: porque no se debe imponer nada a nadie… y si esta razón es válida, no hacen falta más razones.

En opinión de Lorenzo, tener una noción muy amplia de cultura general es recomendable. Él lo aconsejaba a todo el mundo. Lo de los idiomas incluido. Solo que, como en cualquier otra materia, aprender un idioma a través de los libros no es para todos por igual, muy diferente a crecer con dos idiomas, manejándolos indistintamente desde la niñez.

A muchos, por ejemplo, las matemáticas se les atraviesan y les cuesta Dios y ayuda para malamente ir sacándolas adelante. Y es bueno que los chavales conozcan lo elemental, pero muy probablemente nunca lleguen a ser grandes matemáticos, lo cual no es para echarse a llorar, porque conociendo los principios básicos también se pueda llegar lejos en la vida.

Sucede lo mismo con los que no pueden con las letras u otras materias.

Lorenzo hacía estas reflexiones con la intención de hacer ver que no todos tenemos la misma predisposición y, o bien por tendencia natural, o bien por afición, cada uno de nosotros disponemos de mayor facilidad para unas actividades que para otras, por lo que obligar a todos los niños a aprender un idioma determinado porque hoy – no sabemos mañana – las necesidades del futuro se encaminan en esa dirección, a él le parece algo así como si a todos los enfermos les recetasen aspirina porque es un buen remedio contra los dolores probado desde hace más de cien años.

Pero, como él decía, es que no llegamos o nos pasamos. Y para concluir añadía: tampoco estaría mal que se promocionaran ideas, interés y afición para aprender mejor el propio idioma.

sábado, 18 de junio de 2011

GRANDILOCUENCIAS

Las frases grandilocuentes es algo muy nuestro. Nos viene de antiguo. “Más vale honra sin barcos que barcos sin honra” – decía aquel gran señor tras el descalabro.

Alfredo decía que eso es consecuencia del orgullo, tan alejado de la humildad que, ante un error, en vez de reconocerlo nos lanzamos a la bravata. Somos así – se reafirmaba el joven Alfredo.

Junto a pomposas frases ha habido también en nuestra dilatada historia solemnes actuaciones. Ahí tenemos, si no, a Guzmán y a Moscardó que lo atestiguan. Y se podrá estar de acuerdo o no con sus actos, pero estos no se limitaron a la frase, sino que la acompañaron con hechos que, como mínimo, invitan a la reflexión.

Pero esas son las excepciones. Lo nuestro – seguía diciendo Alfredo, quien en este asunto no había quien le hiciera cambiar de opinión – es la explosión en el momento del arrebato. Y después, nada. Solo la frase, grandilocuente, pomposa, a veces hasta retorcida o apurando hasta el esperpento, por aquello de sacarle el jugo a lo que ya estuvo exprimido por muchos muchas veces antes que ellos.

Y después la satisfacción. ¡Qué contentos se quedan tras haber soltado la chorrada! ¿Ponerla en práctica? ¡Pero qué exigencias! – Decía Alfredo – es que lo quieren todo.

Alfredo admitía que, a veces, las frases eran ingeniosas. Pero eran las menos veces. Las más, lo que decían era grotesco, chusco y hasta tosco. Para avergonzarse, vaya. Aun así, para Alfredo eso era lo de menos. Lo que a él le mortificaba; lo que le daba mil patadas en las espinillas era que decían, decían, pero no hacían nada.

Palabras vacías. Nada más.

“Yo no pienso en adelantar las elecciones… sino en adelantar la recuperación de la economía” – había dicho el tonto de turno, después de llevar más de cuatro años sumidos en la miseria.

La frase habría estado bien si a continuación hubiera añadido algo más concreto a ese pensar vacuo. Pero con un pensamiento tan meditado se agotaron las energías, y… dentro de unos días otro pensamiento profundo de esos que hay que cavilar mucho.

Para que no digan.

miércoles, 15 de junio de 2011

JUGANDO AL DESPISTE

Hay que ver la importancia que prestan los medios de comunicación a cualquier ocurrencia o peripecia del devenir cotidiano.

Años atrás se decía que las autoridades aprovechaban los partidos de fútbol para distraer a la muchedumbre. Y ahora, con esa larga experiencia a nuestras espaldas, todavía los hay que se asombran de que las autoridades sigan empleando el mismo sistema para despistar y que nadie piense en los problemas reales.

Ese parece ser el juego que se traen entre manos los que ejercen el poder. Y les ha ido bien. Hasta ahora.

Pero es que, por mucho que creamos que los acontecimientos se repiten, no debemos olvidar que no es exactamente así, porque siempre traen de la mano alguna novedad. Es lo que estamos viendo con esta nueva ola de indignados que nos ha caído en suerte, y que algunas voces han querido comparar con los indignados del 68, y se está demostrando cuan equivocados están.

Los políticos, que al principio reían sus gracias y hasta les azuzaban para que no decayera la fiesta, asustados están ahora viendo cómo aquellas cañas se están convirtiendo en lanzas. Lanzas envenenadas porque se vuelven contra ellos, naturalmente.

Y aunque sean reprobables esas acciones que están llevando a cabo contra los políticos estos nuevos cabreados, hay que convenir que bien empleado les está. Solamente ahora levantan la voz. Ahora que sienten en sus propias carnes el dolor y las injurias, los abucheos y algún escupitajo que otro, pero no antes, cuando las consecuencias del desmadre y el abuso iban dirigidos a comerciantes y peatones en general, sin que ninguna autoridad les impidiera el despotismo.

Justicia, pero no por mi casa – se oía decir.

Sabido es que a quien le gusta jugar con el fuego sigue jugando hasta que se quema. A ver, pues, si los políticos aprenden la lección y dejan de jugar al despiste.

martes, 14 de junio de 2011

CONCIENCIA SERENA

Hubo una época que Amador tuvo dudas de que la educación recibida hubiera sido un acierto. Tienes que ser prudente y humilde en la vida – le decían constantemente – y no ser codicioso, y cuanto más practiques la virtud de respetar a tu prójimo tu conciencia más lo agradecerá.

Y Amador, durante muchos años vivió teniendo presente esas enseñanzas. Recibía zancadillas constantemente, pero él no se inmutaba, convencido de que su conducta era la correcta. Cuando alguien de su entorno avanzaba abriéndose paso a codazos, Amador se hacía a un lado y le cedía el paso. A su alrededor veía cómo otros avanzaban sin importarles los cadáveres que iban dejando a su paso, y él sentía lástima por ellos, pensando en las pesadillas que les causaría tantos desmanes cuando, una vez solos en su intimidad, repasaran los acontecimientos del día.

Años más tarde, en unos momentos de flaqueza, el diablo se introdujo en su vida y abordó el punto más vulnerable que solemos tener los hombres: la vanidad.

- Es cierto – pensaba – yo también podría correr tanto como esos que sin mostrar escrúpulos de ninguna clase, se superan cada día y alcanzan posiciones envidiables.

Hizo sus intentos, pero fracasó. Era incapaz de ir contra su sentir natural. Le pareció fácil hacer lo que hacían otros, pero acabó reconociendo que eso que a él le parecía tan sencillo viéndolo en los demás, a él le venía muy cuesta arriba, y pronto volvió a ser aquel que había sido siempre.

Él estaba contento con lo que tenía, y cuando veía a los demás cómo aligeraban el paso, lo primero que le venía a la mente era la cantidad de servidumbres de las que eran esclavos. Y se preguntaba si a pesar de tanta sumisión se sentirían felices.

Tal vez sí, ¿por qué no? – se decía. Lo que no es bueno para mí, no tiene por qué ser malo para otros.

Cierto. Pero a continuación Amador se preguntaba: ¿son esos comportamientos fruto del sentir natural de aquellos que así actúan o más bien la causa de esa conducta es la educación recibida?

Era una pregunta cuya respuesta le parecía obvia.

lunes, 13 de junio de 2011

TEMAS DE TABERNA

Los españoles, que por regla general se definen apolíticos, dedican no obstante, gran parte de su tiempo a hablar de política. Aunque quizás mejor debiera decirse a hablar de los políticos. El resto del tiempo, los españoles suelen hablar de fútbol.

No es que todos sean así, claro está, porque los hay que solo hablan de uno de los dos temas, mientras que del otro dicen no entender nada, y por eso no opinan. Un rasgo de humildad que no hay que pasar por alto.

Son los menos, no obstante. Los más son los que entienden de ambos temas, y además con conocimientos profundos, a juzgar por las voces que lanzan cuando se reúnen con sus amigos en la taberna. A veces no es necesario ni entrar en una de ellas, porque se les escucha con claridad y brillantez al pasar por la puerta.

Y no solamente eso. Si se tercia, estos documentados también están en condiciones de dar lecciones sobre los toros y los toreros.

Uno se pregunta dónde han adquirido tanto conocimiento. Y de donde han sacado el tiempo para poder versar tan concienzudamente sobre estas dispares aficiones.

Vanas preguntas, porque si uno pone atención a lo que dicen pronto se percata de que suenan como un disco rallado. Se repiten mucho, como el ajo. Y la gracia que tienen, eso hay que concedérselo, es que levantan la voz por nada, se enfurecen y gritan en tono que no deja lugar a dudas. Casi avasallando, vaya.

Y al final, uno se da cuenta que lo que saben es gritar, saliendo con aires de vencedor cuando el interlocutor es una persona prudente y prefiere no enfrentarse a un fanático. Pero hay que verlos cuando al que se enfrentan es otro igual a ellos. Entonces el guirigay es enorme y ya nadie entiende nada. Tampoco los que discuten, que lo único que persiguen es salir airosos del fango en el que se han metido. Y como eso no es tan fácil por la sencilla razón de que ambos pretenden lo mismo, o sea, machacar al otro, entonces la saña se encona, las voces suben de tono y las palabras también. No tarda en aparecer el enfado y muchas veces, como las palabras ya no solucionan nada, salen prestos los puños a demostrar quién tiene razón.

Son simples historias que, por lo general, nunca llega la sangre al río, aunque, de vez en cuando, alguno de estos profesores de taberna prefiera romper una amistad antes que aceptar una derrota.

viernes, 10 de junio de 2011

LA GORRA DE PLATO

Alfredo recordaba aquello que se decía algunos años atrás: “ponle a un tonto una gorra de plato y lo habrás ascendido a general”.

Reconocía que la expresión nunca fue de su agrado, por parecerle un tanto denigrante. Pero lo que escondía la frase era una gran realidad, tan válida hoy como entonces, si no más.

Y Alfredo no tenía más que pensar en las administraciones públicas.

Tras las votaciones unos señores reciben el mandato de administrar un ayuntamiento, una comunidad o la nación, y, ¿qué es lo que estos señores interpretan? Que han recibido una herencia privada, y ciegos de alegría se lanzan a gastar indiscriminadamente los dineros que desde ese mismo momento ya han asumido que les pertenece.

Y con la gorra de plato coronando sus cabezas, manirrotos y sin preparación para nada que se considere serio, no solamente pasan a administrar una fortuna jamás soñada, sino que se disponen a proclamar leyes.

Y como hasta el más tonto no lo es tanto que no sepa que si se pone a tirar piedras sobre su propio tejado le perjudicará, naturalmente no lo hace. Simple proceder de conservación.

En cambio lo que sí hace siempre y en cada una de las decisiones que toma, porque también hasta el más tonto, y más aún con la gorra de plato coronando su cabeza, es barrer para casa. A fin de cuentas solo distribuye sus posesiones.

Con la gorra puesta se dan prisa en engrasar sus riñones, porque es posible que dentro de cuatro años se acaben las rentas. Pero los días y los meses van pasando y los de la gorra de plato se van acostumbrando a no quitársela ni para dormir. ¡Es tan bonito que a uno le quieran! Por donde pasan todo son sonrisas, buenas palabras, reverencias, les ceden el paso, les abren las puertas…

A punto de cumplir cuatro años duele pensar en la posibilidad de tener que quitarse esa gorra que tantos milagros les ha proporcionado en todo ese tiempo. Y como hasta el más tonto sabe que en ninguna parte obtendrá tanto bienestar, porque tan tontos no son como para no entenderlo, se pondrá a remover Roma con Santiago con tal de seguir con la gorra de plato coronando su cabeza.

¡Que nadie venga a quitarles ese juguete que tanto les divierte!

jueves, 9 de junio de 2011

NOVEDADES ANTIGUAS

Alfredo era un hombre mayor, aunque no tanto como recordar la España de posguerra. Sus recuerdos se entremezclaban con los comentarios que tanto escuchó durante su juventud, y con el correr de los años le resultaba difícil distinguir sus propias experiencias de aquellos tristes comentarios.

Los años transcurridos venían a confundir aún más sus memorias, y lo que quedaba en su mente era una visión global de la época. Ingrata, desde luego. Los hechos se movían como a cámara lenta, entre brumas, siempre rodeados de paisajes oscuros. El sol apenas brillaba en sus recuerdos de los años cuarenta y primeros cincuenta.

Las imágenes que bailaban en su mente cuando ésta se remontaba a aquella época eran descorazonadoras. En su casa solamente se escuchaban críticas a los vencedores y lamentos por cómo perdieron la guerra. El desorden general y los abusos de los insensatos, egoístas y poco solidarios casi todos ellos, que cegados por querer ser más que el de al lado no veían que eso no eran maneras para ganar la contienda, sino para perderla.

Por eso, siempre opuestos al régimen autoritario, sus familiares lamentaban profundamente ese comportamiento tan cerril, aprovechado, comodón y sinvergüenza, aunque también humano, de la mayoría de la gente que les tocó en suerte como compañeros de campaña.

Los años fueron transcurriendo y Alfredo se situó en la vida, quedando cada vez más alejados aquellos recuerdos, hasta que llegó un iluminado que creyendo que la historia se puede reescribir, comenzó a desempolvar aquello que ya comenzaba a quedar sepultado por varios mantos de olvido.

Los marrulleros que, al igual que los buitres, siempre están al acecho de sacar provecho de los desperdicios, se arrimaron a esa carroña que les llegaba como agua de mayo, y viendo el festín tan suculento que se les presentaba para los próximos tiempos, sin pensárselo dos veces se apresuraron a servirse de él.

Las relaciones entre los hasta ahora bien avenidos pobladores se deterioraron rápidamente, y Alfredo veía los desmanes de estos tramposos, la falta de solidaridad que mostraban, el desorden, el egoísmo, las exigencias…

En su mente se removieron los recuerdos, y aquellas figuras que se movían lentamente entre nieblas, olvidadas durante tantos años, volvían a primeros planos con toda la amargura de sus años de juventud.

miércoles, 8 de junio de 2011

CAMBIOS QUE NO LO SON

Hubo una época que aquel diminuto país fue regido por una dictadura, cuyos súbditos tenían la creencia generalizada de que los que mandaban, además de abusar del poder no permitiendo discrepancias con el gobierno, propio por lo demás de una dictadura, abusaban también de su posición en cuanto a privilegios económicos. Y tan populares eran los chascarrillos que se contaban al respecto que ningún súbdito dudaba de que todos los miembros del gobierno, familiares, amigos y avecindados se llenaban los bolsillos usurpándolo a los ciudadanos.
Y, como todo en esta vida, también aquella dictadura tuvo su final. ¡Ah! pero no se asusten, porque hubo una transición muy pacífica y los miembros del gobierno, que supieron ir acoplándose a las nuevas circunstancias, siguieron gobernando.
Y a estos comenzaron a adherirse los inteligentes, los astutos, los pillos. Y el nuevo gobierno, que ya no era una dictadura, complacía a los súbditos como si no hubiera cambiado nada. Sí, sí, claro. Las proclamas eran diferentes. Todo en apariencia era distinto, pero solo en apariencia. La palabra democracia se repetía hasta las náuseas, cuando muy pocos valoraban el significado de esa palabra.
Los recién llegados, esos inteligentes, astutos y pillos que no tardaron en convertirse en ladinos y maliciosos, tan convencidos estaban de las riquezas que los otros habían acumulado en la época anterior, que no perdieron el tiempo en migajas y entraron a saco expoliando todo lo que caía en sus manos.
Y como es más fácil tomar ejemplo de los vicios que de las virtudes, los otros se subieron al mismo carro y a no tardar todos eran uno. Ya no había forma de distinguir los antiguos de los nuevos, para desgracia de los ciudadanos.
Gran parte de los súbditos, no obstante, se alegraban de ver cómo muchos de sus antiguos amigos se hacía rápidamente ricos – tal vez con la esperanza de que les llegara algo de esa riqueza – y gritaban: “¡Bastante robaron los otros antes, ahora nos toca a nosotros!”.
Y siguió una larga temporada de bonanza que parecía no tener fin.
Pero nada es eterno, y todo lo que comienza termina. Cuando ya nadie creía que podía terminar esa época de bienestar; cuando todos, confiados, vivían alegres, derrochando el dinero que todavía no habían ganado, más que nadie los miembros del gobierno, de pronto, un día despertaron y vieron que todo había sido un sueño. Unos nuevos miembros se hacían cargo del gobierno.
Muchos, aterrados, se preguntaban ahora. ¿Vendrá este nuevo gobierno también a malgastar y hacerse rico como hizo el anterior?
La penuria de los súbditos era acuciante. El malestar, la tristeza se leía en el rostro de muchos de ellos, y clamaban: “¿Dónde está ahora la democracia?”.
No eran todos, claro. Eran solo los que creen en los cuentos, los que siempre han tenido que nadar contra corriente, porque los inteligentes, los astutos, los pillos, convertidos en ladinos y maliciosos, siempre supieron correr en la misma dirección que el viento.

sábado, 4 de junio de 2011

EL REGRESO

Año y medio alejado del ambiente local y ya no eres el mismo.

Juanjo tuvo ocasión de encontrar un trabajo fuera de España para seis meses; un quehacer que se alargó en el tiempo hasta convertirse en dieciocho meses. Se habituó rápidamente al lugar y se alegró por ello. Se encontraba a gusto, aunque no supo muy bien el motivo de esa alegría hasta que regresó.

Dos días de nuevo en casa y enseguida cayó en la cuenta que su alegría tocaba a su fin. Sentarse a la televisión; abrir un periódico; escuchar la radio; incluso muchas de las conversaciones que oía por la calle, todo se limitaba a un solo tema. Machaconamente; sacándole punta sin cesar; rizando el rizo.

Se imaginó a la pobre mula dando vueltas a la noria con el único, pero práctico fin de elevar el agua a niveles superiores. Mientras que las muchas, muchísimas mentes que diariamente analizan las palabras que ha pronunciado Juan o Juanito es una pérdida de tiempo pavorosa.

Diez para la mula. Cero para los analistas.

A Juanjo le dieron ganas de salir corriendo de nuevo al lugar de donde venía.

No lo hizo, claro, principalmente porque quiso darse una tregua en la confianza que pronto cambiaría su opinión.

Y cómo que cambió. A peor.

Llegó a una conclusión: hay una tendencia a criticarlo todo, y muy poca actividad en cuanto a poner soluciones. Esas reuniones que llaman tertulias en las que descaradamente los presentes muestran su mala educación quitando la palabra constantemente al vecino, así como los ofensivos términos que sueltan continuamente, sirven para potenciar la excitación de sus seguidores, y nada para convencer a los que opinan distinto, repitiendo hasta el hastío las mismas expresiones.

Cuando se viene de fuera llama mucho la atención ese proceder ineficaz. Se habla mucho insulsamente. Se denuncian comportamientos dignos de cárcel que enfurecen al lector o al oyente, y con la sensación de que ya han cumplido, se dan la vuelta y si te he visto no me acuerdo.

Juanjo decidió regresar a ese lugar donde la gente tiene el sentido práctico más desplegado, que piensa más en el futuro y que no se entretiene dando vueltas a la noria cuando el aljibe no contiene agua.

viernes, 3 de junio de 2011

LOS PEPINOS

Parece ser que hemos superado el bache y ya pocos hablan de los pepinos. Ahora surgen por doquier las voces, mudas durante la semana de la crisis, criticando a los alemanes de xenófobos y cosas peores, exigiendo reparaciones, económicas sobre todo, y, naturalmente, con el orgullo herido.

Estas mismas voces, que no han dicho ni mu al respecto en todo este tiempo, quieren hacernos creer que la crisis se ha acabado gracias a su esforzado entusiasmo para acabar con ella, como si no hubiéramos presenciado su ocupación en otros menesteres más locales y exclusivamente personales tras el varapalo que recibieron el veintidós de mayo.

Para mayor bochorno de estas criaturas que dicen dirigir los asuntos de sanidad, exteriores y consumo, han sido los mismos alemanes, y por eso nos hemos enterado, quienes han reconocido su error cuando los resultados de los análisis lo han demostrado. Cosa que tenían que haberse apresurado a demostrar desde el primer día esas ministras mencionadas, y no esperar a que lo hicieran los mismos alemanes que, por cierto, caso de haberse producido toda esta historia a la inversa, ¿hubieran confesado un error así nuestras representantes?

Somos muy dados a sentirnos dolidos cuando algo no se acomoda a nuestros deseos, y entonces el orgullo sale dando coces.

Es un grandísimo error pensar y actuar de esa manera. Y mayor error aún tildar a los alemanes de xenófobos respecto a los españoles, porque no olvidemos que desde hace más de cincuenta años vienen en tropel de vacaciones a España, invierten mucho dinero en nuestro país y en sus casas confortables en esas zonas septentrionales, consumen nuestros productos con la misma asiduidad que lo hacemos nosotros.

Es cierto que hubo un desliz de una concejal alemana que nos ha perjudicado mucho económicamente, pero eso no quita para que nuestras autoridades se durmieran, y cuya única defensa haya sido criticar ese desliz, tachar a todos los alemanes de xenófobos, pedir indemnizaciones, que eso sí sabemos hacer bien, y no haber movido un solo dedo para frenar el desastre desde el primer momento de conocerse.

Los políticos que no reconocen sus errores suelen salir a voz en grito a criticar a los demás. Es una forma de despistar al ciudadano, y confían que el despiste sea amplio suficiente para que nadie se fije en su mezquindad.

A veces lo consiguen.

sábado, 21 de mayo de 2011

ELECCIONES

Mañana, por fin, votaremos. Hoy es el día de reflexión. Paradójica expresión en una sociedad que no reflexiona. Sería mejor decir día de descanso, por aquello de que los políticos han empleado los últimos quince días en prometer hasta lo imposible.

Lo han hecho con esfuerzo – va en ello su cómoda posición – aunque las campañas en España duran cuatro años. La diferencia consiste en que los últimos quince días redoblan sus promesas, mientras que el resto del tiempo lo dedican a hacernos creer que cumplen lo que prometieron anteriormente.

Con todo, lo que más me ha llamado la atención ha sido el desvío de los mensajes, hasta el punto que durante unos días llegué a creer que estábamos ante unas elecciones a la presidencia de gobierno.

Que si unos u otros; que si el presidente o el jefe de la oposición. Pero poco o nada sobre los problemas locales, de la comunidad o del ayuntamiento, que es donde en realidad se hace la política que más directamente nos afecta.

Llevamos treinta años con esto de las votaciones y todavía parece que tomemos el acto como algo excepcional que hay que celebrar con gran alboroto, enormes concentraciones, griterío y no poco escándalo.

¿Será debido a que los políticos necesitan mostrar que hacen algo? O al contrario, ¿será que el pueblo interpreta que la democracia consiste en votar?

miércoles, 11 de mayo de 2011

HACIENDO MEMORIA

¿Se acuerdan ustedes de las caras de asombro que poníamos allá por los primeros años noventa?

Sí, cuando tras muchos años de incógnitas y dudas de lo que se llevaban más allá del telón de acero, por fin occidente tuvo acceso a la realidad de lo que allí sucedía, y ¡Oh, espanto! Lo que descubrimos nos aterrorizó.

Hasta entonces, el mundo occidental estaba dividido en opiniones contrarias. Haber sido un soviético quien primero salió al espacio; las medallas que conseguían aquellos atletas de los países comunistas en las competiciones internacionales; los rumores que corrían de lo avanzados – que automáticamente se traducía en qué bien vivían – que estaban aquellos países, todo contribuía a tenernos en vilo hasta el punto que, incluso los que no creían en ello, tenían sus dudas.

Cuando se desmoronó el tan deshonroso muro de la vergüenza, con ello se desmoronó también la ideología comunista, y los más sensatos, avergonzados, se retiraron a sus cuarteles de invierno.

Otros, los no tan juiciosos – de algo tenían que vivir, si querían seguir sin trabajar – fueron acomodándose bajo otras siglas, y como para éstos la ideología cuenta menos que ir contra lo establecido, siguieron en su labor de emponzoñar y defender lo indefendible.
Por ejemplo, Cuba.

¿Se extrañarán ustedes el día que se desmorone ese muro castrista – porque no lo duden, ese día llegará – y nos enteremos de lo que realmente ha sucedido allí y nos aterroricemos, que pongamos otra vez caras de asombro?
Pues, sí, pondremos otra vez cara de asombro, porque el hombre no tropieza sólo dos veces en la misma piedra, sino muchas más.

miércoles, 4 de mayo de 2011

LA HERENCIA

Estamos cansados de escuchar a voz en grito las injusticias que se cometieron en la época de la dictadura de Franco. En cambio, en tono más templado, los hay que dicen que no todo fue tan malo.

Como casi siempre sucede en estas cosas, se supone que habrá habido de todo. Claro que, como los que hoy están subidos en el machito son los que dicen ser los perseguidos por la dictadura de entonces, se permiten gritar y dar el color que les viene en gana a sus expresiones, sin permitir, al mismo tiempo, que otros lo hagan. ¡Cáchis!

Sin embargo, los que gritan nos traen recuerdos a veces distorsionados, otras veces exagerados, y no pocas veces inversos. Y por supuesto, se callan aquellos sistemas heredados, que entonces estaban muy mal, que eran un abuso propio de la dictadura, pero que hoy son muy válidos para que las cosas sigan rodando perfectamente.

En la herencia hay algunos de aquellos sistemas todavía en práctica, aunque el más sangrante es el que rige en los sindicatos, viva imagen de aquellos sindicatos verticales que se conocieron en la dictadura.

Entonces se mantenían económicamente de las partidas financieras del gobierno, y naturalmente, su misión era defender los derechos del empleado. Siempre, claro está, después de haber tenido en cuenta no perjudicar al estado.

Los políticos, que ya de por sí son poco imaginativos, debieron de pensar cuando llegó el cambio, que no era necesario abolir todos los privilegios, sino simplemente cambiar a los que los recibían. Y así estamos.